UN ABUELO REBELDE (MICRORRELATO)


(Copyright Andrés Fornells)

Dos jovenzuelos pasean, a media mañana, por un parque céntrico de una populosa ciudad. Pertenecen a ese grupo impertinente, que todavía piropea a las chicas, aunque lo haga sin tanta grosería como se empleó en otros tiempos, por fortuna superados.
—¡Date prisa en crecer, bonita, que te echaremos a la plancha!
La piropeada, una pizpireta muchacha veinteañera, los ignora, aunque lamentando que, con la buena pinta que estos chicos tienen, si se hubiesen dirigido a ella de otro modo más “civilizado” posiblemente le habría gustado charlar con ellos y conocerles.
—¡Morena, te mueves de dulce como la caña de azúcar! —dedican a otra muchacha que se les muestra desdeñosa y acelera el paso.
De pronto, uno de ellos se fija en un anciano que duerme tumbado en uno de los bancos del parque.
—Oye, ¿no es ese viejo de ahí tu abuelo Matías?
—¡Sí, es él! Vaya, se ha vuelto a escapar del asilo de ancianos donde le llevaron mis padres.
—¿Y por qué se escapa? —quiere saber su compañero.
—Por rebeldía. Porque no le gusta estar allí. Lo hace a menudo eso de escaparse. Dice que se siente como si estuviera preso en una cárcel. Vamos a despertarle y a invitarle a desayunar. Verás qué contento se pone. Es una persona muy agradable y simpática —afirma con voz cargada de afecto, el nieto del yaciente.
Los dos jóvenes despiertan al hombre mayor que, tras unos momentos de desconcierto, de rápido parpadeo de sus ojos cansados y rodeados de arrugas, reconoce al nieto. Sonríe encantado mostrando su amarillenta prótesis dental. Escucha ilusionado la propuesta de su nieto, y les acompaña de muy buen grado, al bar más próximo donde los tres ocupan una de sus mesas.
Inmediatamente, el manantial de palabras que Matías ha mantenido constreñido en el hogar de los ancianos, fluye abundante, incontenible, torrencial. Se desborda su imaginación. Cuenta aventuras suyas de juventud, que nunca existieron más allá de la fantasía con que las está inventando. Queriendo agradarles, impresionarles, inventa lances con mujeres, tan extraordinarios que dejan en simples insignificancias las del mismo Casanova, aunque él no conoció a lo largo de su dilatada existencia más mujer que aquella que, tras cuarenta años de feliz convivencia, lo dejó en la más triste viudedad un lustro atrás y a la que fue siempre absolutamente fiel.
Su nieto sabe todo esto y, escuchándole se ríe encantado, especialmente viendo a su amigo, boquiabierto de admiración, pendiente de sus prodigiosas historias. Al mismo tiempo que habla, el abuelo va mojando churros en el chocolate. Se le ve rejuvenecido, dichoso, gracias al trato humano, al interés que le demuestran sus oyentes.
Una sociedad deshumanizada y egoísta lo quitó de la circulación considerándolo un estorbo, dándole el mismo trato que si él fuese una máquina improductiva, prescindible por su bajo rendimiento. El futuro ajustará cuentas a todos los que, dentro de esta sociedad moderna, inhumana y consumista, obran con despiadada, criminal vileza con sus mayores.
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