TIPOS DUROS (HISTORIAS NEGRAS AMERICANAS)

TIPOS DUROS (HISTORIAS NEGRAS AMERICANAS)

Johnny, Nick, James y Peter pertenecían a la misma banda de pistoleros. La banda de Ramos “el Culo Gordo”. Aquella noche se hallaban jugando al póquer en el reservado de un tugurio situado en el Southdown, barrio marginal de la ciudad de Nueva York.

Para evitar abusos que pudieran terminar en pelea, cada uno de ellos tenía su propia botella de whisky de la que iba bebiendo a palo seco, que es como beben whisky los tipos muy duros.

Los cuatro estaban fumando gruesos puros y habían conseguido que flotara en la habitación, estrecha y lúgubre, iluminada únicamente por una bombilla metida en el centro de un plato de porcelana amarillenta decorado con el continuado ametrallamiento de moscas cagonas, una densa y apestosa nube de humo que los obligaba a mantener los ojos entrecerrados lo cual procuraba a sus rostros una expresión entre siniestra y astuta.

Y llegó una jugada en la que los cuatro jugadores reunieron buenas cartas y todos fueron poniendo montoncitos de sucios y arrugados billetes encima de la mesa mugrienta, hasta formar una considerable montaña de ellos.

Las miradas de los presentes iban adquiriendo peligrosos brillos de codicia. Como el círculo de luz abarcaba justo el redondel de la mesa, todos tomaban la precaución de ocultar sus rostros en la penumbra que se formaba más allá del mismo.

 Después de pensar mucho cada decisión y ejercer pausadamente el cálculo mental que les demostró que todos aspiraban a ganar, no se pujó ya más. Entonces, los jugadores, mostraron finalmente las cartas y el ganador resultó ser Nick con una Escalera Real de Color.

—Je, je, os he dejado a todos con el culo al aire, tíos —manifestó con recochineo abriendo los brazos, formando un círculo con ellos y arrastrando hacia él, desde el centro de la mesa, la importante cantidad de dinero amontonado.

Todos, con gesto sombrío admitieron que había dicho verdad.

—Ocho mil ochocientos cinco dólares —dijo Nick triunfal después de contarlos formando un alto montón con ellos.

Johnny cogió de la pila de dinero Nick el billete con la cara del barbudo Abraham Lincoln y sacando del bolsillo un encendedor le prendió fuego diciendo en tono agorero:

—Las cifras impares traen mala suerte, amigo. Muy mala suerte.

James y Peter rieron su comentario y su acción. Nick, por el contrario, la desaprobó enojándose.

—Eso ha sido una gilipollez por tu parte. Me debes cinco pavos.

Con la velocidad del rayo Johnny sacó la 38 especial que llevaba en el bolsillo de su arrugada chaqueta y en menos de un segundo le disparó cuatro balazos seguidos.

Nick se mantuvo un instante vacilante, como si mantuviese alguna duda sobre lo que le había pasado, y después se derrumbó muerto sin remedio arrastrando con él la silla en la que estuvo sentado. De las dos mangas de su chaqueta cayeron varios naipes que llevaba allí ocultos a los que, con sus estertores de muerte ayudó a salir de su escondite. 

—Okey, lo has matado por tramposo —comentó Peter acompañando sus palabras de un gesto de cabeza aprobador.

—No, Peter, no ha sido por eso que me lo he cargado. Hacer trampas en el juego es perdonable. Todos podemos caer fácilmente en esa tentación —justificó Johnny soplando el humo que salía de su arma recién disparada—. Lo que no le he perdonado a ese capullo es que me haya desprestigiado diciéndoles a los de la banda del Twitter, que tengo menos puntería que un ciego con legañas.

James que se había acercado al cadáver a quitarle el reloj de pulsera, que era bastante mejor que le suyo, tuvo un sincero elogio para el que había disparado:

—Calumnia asquerosa la de esos mierdas, Johnny. Las cuatro balas se las has metido a Nick en mitad del corazón y, tan juntas que parecen un solo orificio.

Mientras se repartían a partes iguales el dinero que el ofensor había ganado, James y Peter también felicitaron a Johnny que sonreía feliz como un niño al que Papá Noel le ha traído muchos más juguetes de los que él pidió, premiando con ellos su excelente puntería.

(Copyright Andrés Fornells)