HISTORIAS ROMÁNTICAS: COMETIERON EL ERROR DE MEZCLAR LA POLÍTICA Y EL AMOR (MICRORRELATO)

lluvia-pareja
Azucena Panales conoció a Pablito Carmona por casualidad, cuando llegados ambos a la entrada del metro, un día de intensa lluvia, chocaron su paraguas.
—¡Uy, perdona! —dijo ella regalándole una deliciosa sonrisa junto con la disculpa.
—¡Perdona tú! —respondió él regalándole una sonrisa que no era menos deliciosa.
Plegaron sus paraguas mientas bajaban las escaleras y, como se habían gustado a primera vista, entraron en el mismo vagón del metro y comenzaron a hablarse y a conocerse, descubriendo que tenían bastantes gustos  afines. A los dos les gustaba el grupo de músicos norteamericanos “Los Bad Boys”, el ajedrez, el café con leche y la mortadela “El abuelo”. Ella trabajaba en unos grandes almacenes y él en un banco.
Cuando llegó el momento de separarse habían simpatizado tanto que, decidieron reunirse aquella noche para ver juntos una película de estreno, que era del interés de ambos. Estuvieron en el cine juntos, pasaron el próximo fin de semana juntos y, con la misma facilidad e impacto conque estalla un cohete, les estalló a ambos el amor y, la consecuencia de este estallido fue descubrir que se habían enamorado locamente.
Pero igual que dicen los sabios: que no existe árbol vivo sin sombra, a ellos les cubrió la sombra de que, debido a la influencia familiar ella militaba en un partido político, y él en otro partido político antagónico total.
Y en algunos momentos, en que no les dominaba la pasión amorosa, les dominaba la pasión política y surgían entre los dos agrias discusiones. Discusiones que, con la cercanía de unas elecciones generales, pasaron de agrías a violentas. Tan violentas fueron las mismas que terminaron rompiendo su bonita relación.
En cierto enfrentamiento que tuvo lugar en una plaza céntrica, entre el grupo de simpatizantes de un partido y los simpatizantes del partido contrario, Azucena y Pablito se encontraron frente a frente. Ella llevaba una pancarta en la que rezaba: Vota a Éste. Y él llevaba otra pancarta en la que ponía lo mismo, solo que la fotografía que él llevaba en la suya era la del opositor al defendido por Azucena.
Los ojos de ambos no supieron disimular la enorme alegría, la sincera ilusión que les había causado verse de nuevo. A ella se le llenaron los ojos de lágrimas , y a él le ocurrió otro tanto con los ojos suyos. Sus labios trémulos se movieron:
—Yo todavía te quiero —confesó él con voz quebrada.
—También yo sigo queriéndote —con un hilo de voz ella.
Él tiró al suelo la pancarta que llevaba. Ella le imitó tirando al suelo la pancarta suya. A continuación los dos pisaron ambas pancartas y abrazándose con todas sus fuerzas renunciaron a la política y, en el futuro, decidieron dedicarse exclusivamente al inmenso amor que se tenían. En las elecciones siguientes, ninguno de los dos fue  a votar; tenian cosas más importantes que hacer: ¡amarse!

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