¿VOTAR O NO VOTAR? (RELATO)

¿VOTAR O NO VOTAR? (RELATO)

(Copyright Andrés Fornells)

Tengo un amigo que se llama Silvestre. Este nombre lo debe al mucho empeño que empleó su padre, un acérrimo ecologista, en ponérselo.
Esta mañana, Silvestre y yo coincidimos en “La Mascota” una tienda especializada en la venta de alimentos para animales. Él estaba comprando comida para el gato de su mujer, y yo alpiste para el canario que mi suegro tuvo el desacierto de regalarle a mi hijo pequeño. Una avecilla color plátano que, no queriendo el buen Dios naciera muda, me da continuado dolor de cabeza, con sus cantos, a lo largo de todo el santo día.
—¿Tienes tiempo para que nos tomemos un café? —me preguntó él, cuando salimos a la calle.
—Lo tengo.
Entramos en una cafetería que encontramos girando la próxima esquina. Ocupamos una mesa que nos pillaba justo debajo del ventilador que nos enviaba aire desde el techo. Permanecimos callados mientras el camarero escuchaba, que él quería un carajillo y yo un descafeinado con leche. Se retiró el empleado y Silvestre me hizo la pregunta que hoy debe estar en tantas bocas:
—¿Vas a ir a votar mañana?
—Sí, voy a cumplir mi deber ciudadano.
—Yo no voto nunca —alardeó.
—Lo sé. Tú nunca votas —recordé.
—Soy fiel a mis convicciones.
—Ya, pero luego te quejas de lo mal que lo hace el que ha sido elegido presidente.
—Natural. Yo votaría si no odiase a todos los líderes de todos los partidos.
—Ahí está el gran problema, que en este país se vota con el sentimiento y no con la razón.
—Es posible —admitió moviendo la cabeza como el canario de mi hijo cuando picotea.
—El día que seamos todos capaces de erradicar el odio, será cuando tendremos un buen gobierno —sentencié.
—Eso será nunca —pesimista, convencido él.
No seguimos. Acaba de entrar en el local una joven a la que, la provoca-dora naturaleza había provisto, abusivamente, de todos los encantos que más inclinan a muchos hombres a pecar irremediablemente. Nos quedamos admirándola con ojos rejuvenecidos y dejamos archivado el asunto de las elecciones. Al fin y al cabo, ocurriría lo de siempre: sería elegido presidente el líder del partido que más votos obtuviera, después de unirse a media docena de otros partidos aunque tuvieran con él la única afinidad de querer mandar a cualquier precio.

MORALEJA: No importa lo bueno, genial o maravilloso que sea algo, que les faltará tiempo a los codiciosos, deshonestos e imbéciles para destrozarlo.

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