SOÑÓ CON UN BESO APASIONADO (RELATO)

SOÑÓ CON UN BESO APASIONADO (RELATO)

SOÑÓ CON UN BESO APASIONADO

Julito Rodríguez tenía un sueño que se repetía continua, machaconamente, y no verlo realizado le resultaba muy, muy frustrante. En su sueño, Julito Rodríguez conocía en el banco de un parque a una chica y la besaba. Y ese beso era la cosa más deliciosa que él había conocido en toda su vida.

Con la esperanza de que este estupendo sueño suyo pudiese convertírsele en una realidad, acudía al parque de sus sueños siempre que contaba con un rato libre y buscaba, anhelante, un banco que estuviese ocupado por una chica.

Los bancos que encontraba nunca estaban ocupados por una chica, sino que lo ocupaban otras personas que para nada le servían.

Por fin un sábado por la mañana, en que el cielo había encendido su sol y repartido algunas nubes para que jugasen con él, descubrió sentada en un banco a una joven guapísima. Presuroso tomó asiento a su lado y con una sinceridad tal que a ella le resultó totalmente creíble, él le explicó:

—Sé que pensarás que me lo he inventado, o peor que estoy loco; pero resulta que te veo continuamente en sueños, nos damos un beso y yo me siento el más feliz de los mortales.

Ella compadecida de él quiso le aclarase un punto que la inquietaba:

—En tus sueños nos damos únicamente un beso, uno solo, ¿no es cierto?

—Sí, solo uno —Esperanzado, adorándola él con la mirada.

La desconocida suspiró. Pensó en los sacrificios a los que se ven sometidas las personas que tienen tan buen corazón como el suyo. Entrecerró sus bonitos ojos claros, acercó sus labios color chicle sin mascar a los trémulos labios de Julito Rodríguez y los juntó durante media docena de segundos causándole a él un placer inmenso, incalculable, desmesurado.

Luego ella se separó y dijo preocupadísima:

—Ya está, espero que este favor que acabo de hacerte no tenga consecuencias muy negativas para mí, porque mi novio note, cuando me bese, que yo he besado, una vez, a otro que no era él.

Y la muchacha abandonó el banco, evidentemente, preocupadísima. Julito Rodríguez la vio alejarse con los ojos cuajados de lágrimas de tristeza.  Pobre de él se había enamorado de la chica del banco y ahora que había convertido en realidad su sueño, a ella no podría besarla más porque habría dejado de soñarla.

Para maravillosa suerte suya, Julito Rodríguez volvió a encontrar a otra chica sentada en un banco y ésta no tenía novio, pero si un marido al que a ella no le importaba serle infiel. Y cambiaron ambos tantos besos, en aquel bando y otros lugares, que les creció un jardín en el corazón.

Ya sé que mucha gente considerará el final de esta historia una inmoralidad, pero los finales felices no son todos ellos dechados de moralidad. Los escritores lo sabemos muy bien pues, a menudo, nuestros personajes no son todo lo correctos que a nosotros nos gustaría que fueran.

(Copyright Andrés Fornells)

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