SOBRE PSICÓPATAS Y VESÁNICOS CON PODER
Los tiranos actuales son lo peor de lo peor. Convierten ya desde la misma cuna a los futuros gobernados en súbditos sumisos, ignorantes y dependientes. Pagan a acólitos educadores y medios de comunicación para que los ayuden en esta esclavizante y generalizada aborregadora tarea.
A los futuros esclavos les enseñan en las escuelas lo que pueden y deben pensar, hacer y decir. En los libros que les venden, y que llaman educativos, han borrado a todos los héroes y sabios del pasado y todas las extraordinarias heroicidades y geniales creaciones artísticas y humanitarias que realizaron, así como los admirables beneficios de todo tipo que aportaron a su país y al mundo.
Mientras hacen esto, por un lado, por otro lado blanquean y ensalzando a los asesinos que han matado a numerosos inocentes, convirtiendo a esos asesinos por medio de falaces mentiras en ciudadanos de paz y bondad. ¿Por qué lo hacen? Pues porque esos asesinos les ayudan a mantenerse en el poder, les ayudan a ser dueños de todos los recursos y de todos los dineros.
Los tiranos actuales no aman a nadie, solo a sí mismos, pero por instinto de manada procuran por todos los medios ilegales, que se enriquezcan todos sus familiares, amigos y seguidores, a costa de la miseria, los esfuerzos y sacrificios de aquellos que, desde su llegada al poder ellos han convertido en obligados servidores.
Estos monstruos, sin buenos ni humanos sentimientos, no conocen la empatía, ni la justicia, ni la libertad, ni los méritos de los demás. Cuando las crean, crean únicamente leyes que los favorecen y los convierten en inmunes y todopoderosos.
Como carecen de sentimientos, de equidad y respeto a la justicia, les es fácil odiar a sus pueblos, por lo tanto, no le dan valor alguno a lo que estos pueblos han conseguido con durísimo trabajo, sacrificios y sufrimientos, durante siglos para lograr vivir con cierto bienestar.
Los dictadores, a esos esforzados pueblos a los que exprimen y tiranizan, los arruinan, no solo compartiendo con otros venidos de afuera ese bienestar creado por generaciones de ellos, sino dándoles, generosamente, a los venidos de afuera mayores privilegios económicos y de todo tipo, quitándoselos a quienes tienen derecho a tenerlos, por haberlos creado. Y se los quitan para beneficio de quienes les han invadido y nunca han hecho nada en beneficio de esos países invadidos.
Y sepultan en la tumba del olvido a los más ilustres y valiosos hombres que hicieron grandes, prósperas y cultas esas naciones. Y convierten a los asesinos de esas naciones en héroes. Y destruyen las leyes que protegían la propiedad conseguida con mil sacrificios y esfuerzos hasta el punto de que cualquiera venido de fuera puede adueñarse de esa vivienda y el propietario de ella quedarse en la calle, desamparado y sin ese hogar que tantísimos años de trabajo le costó adquirir. Y como han eliminado a la justicia, la injusticia impera y los ciudadanos auténticos de esos países no tienen a nadie que les proteja, escuche y defienda, y quedan convertidos en simples esclavos cuya única utilidad es, para los tiranos, la de pagar impuestos para que esos desalmados gobernantes y toda su corte parasitaria vivan esplendorosamente, sin dar ni golpe, igual que los déspotas soberanos de los tiempos muy antiguos.
Como ellos, los tiranos, han sido los que han diseñado y establecido las leyes nadie puede, legalmente, sacarlos de sus palacios donde viven como reyes sin derramar ni una sola gota de sudor.
La violencia es peligrosa. Es peligrosa porque, con mucha frecuencia se alían a ella la injusticia, el abuso, la crueldad; pero ajustándose a las leyes que han establecido esos dictadores, nunca podrán los ciudadanos desprotegidos echarlos de sus poltronas y de sus palacios empleando protestas pacíficas masivas ni con quejas multitudinarias. Y si no los echan, los desdichados ciudadanos serán cada día más pobres, menos libres y menos dignos, hasta quedar convertidos en extraños dentro de los pueblos que habían sido suyos, por haberlos creado, y corriendo el peligro de que los echen fuera de su propio país los invasores, en cuanto sean mayoría.