0:00 /0:05 1× —Hecho, amigo. Estaré a su servicio si me paga también el viaje a La Habana y me procura un techo para que las lluvias tropicales no mojen mi elegante colección de esmóquines —le propuse con evidente guasa. Él estuvo de acuerdo con mis modestas pretensiones.
Una noche, un hombre sudoroso y desaliñado se acercó a mí cuando yo, todavía sentado delante del piano me disponía a disfrutar de mi cuarto de hora de descanso. Vestía un traje mal hecho, arrugado y algo sucio. Llevaba del brazo a una acompañante femenina de curvas exageradas. Cuando lo
Era de noche. Un manto de nubes oscuras cubría el cielo. La suave, húmeda brisa que soplaba apenas las movía. John Trevor se encontraba sentado a la barra del Bar Seagall. Bebía un segundo bourbon, sus brazos reposando en el maltratado mostrador de madera. La gente a su alrededor lo
0:00 /0:06 1× Yo tuve alquilado, la mayor parte del tiempo que viví en la ciudad del amor, un cuartucho en la vetusta pensión de Madame Camille, una adorable mujer mayor, comprensiva y permisiva, que había sabido ahorrar parte de lo ganado durante su prolongada carrera como femme