QUERÍA AVERIGUAR EL MISTERIO DE LA VIDA (MICRORRELATO)
Marcelino había sido un niño normal hasta que asistió a un colegio y allí le enseñaron a leer. Fue a partir de haber adquirido este conocimiento que todo su interés lo centró en los libros. Los leía a todas horas y en cualquier parte. Sus padres y educadores llegaron a considerarlo una obsesión perjudicial para su salud y le escondían todos los libros que llegaban a su poder. Para poder continuar leyendo, en cuanto podía, aquel niño insaciable lector se metía en la Biblioteca Municipal y devoraba un par de libros diarios.
La bibliotecaria, señora Asunción Perales, comentaba sobre él, llena de asombro:
—Es un niño al que nunca puedes arrancarle una sola palabra que no sea: Hola y Adiós. Solo le interesa leer. Si continúa con el ritmo de lectura actual, antes de transcurridos diez años se habrá leído todas las obras que contiene nuestra humilde biblioteca.
Y no se equivocó en su juicio. Cuando Marcelino alcanzó la edad de quince años leyó el último libro existente en la biblioteca y dijo dando muestras de una profunda decepción:
—No voy a leer ni un solo libro más. No he conseguido, con tanta lectura, desentrañar el extraordinario misterio que encierra la vida.
Y para asombro de cuantos le conocían, Marcelino, el hasta entonces insaciable lector, no volvió a leer un solo libro más. Pero lo que ya llevó al paroxismo del asombro a todo el mundo que le conocía fue el prodigio de haber creado él solito, en el sótano de su casa, una nave espacial con la que una mañana del mes de las flores salió volando y se perdió en el cielo. Nunca se volvió a saber de él.
Los más fantasiosos y optimistas aventuraron que, finalmente Marcelino se había salido con la suya, había conseguido descubrir el misterio de la vida, y se lo había guardado para él, cometiendo con ello la imperdonable crueldad de que los demás seres humanos no pudiesen disfrutar de ese extraordinario descubrimiento suyo.
A un científico amigo, al que años más tarde conté la historia de Marcelino me dijo, despectivo;
--A ese tipo del que acabas de hablarme, la exhaustiva lectura de libros posiblemente le valió para aprender a crear una nave espacial, pero aparte de esto era un perfecto estúpido. Desde el primer momento que fueron creados los seres humanos, se conoció que en cuanto un hombre y una mujer practican sexo sin hacer trampas desentrañan a los pocos meses el misterio de la vida.
(Copyright Andrés Fornells)