¿POR QUÉ AMAMOS POCO A LOS POLÍTICOS? (ACTUALIDAD)
Tengo la convicción de que amamos poco a los políticos porque unos cuantos de ellos tienen manos largas, manos con ventosas de pulpo en las que se les pegan esos papelitos con cifras que tan imprescindibles para sobrevivir nos son a todos.
Luego están los esfuerzos que muchos políticos realizan para no caer en la honesta conducta de usar la verdad demasiado a menudo, no se les vaya a desgastar y no les quede ninguna cuando tengan interesada necesidad de ella, como al presentarse delante del Guardián de la Puerta del Cielo. Parece ser que la verdad es una especie de polen contagioso a la que bastantes de ellos son alérgicos y se mantienen a prudente distancia, o usan antídotos. Es de desear que esta alergia no termine convirtiéndose en epidemia.
También algunos políticos emplean la terrible estrategia, nada cristiana, por cierto, de despertar odio contra ciertas personas, o incluso colectivos, como infalible ardid con el que poder conseguir ellos el amor de los odiadores. Lamento tener que exponer esto, por si a alguno le duele, pero más les duele a los que temen ser tratados como los judíos en tiempos de los nazis, y usan eslóganes tan poco caritativos y democráticos como: “A nuestros enemigos ni agua”. Y les quitan el agua al sediento mientras ellos, a costa del erario público, se ponen morados bebiendo los mejores vinos añosos y los manjares exquisitos que los complementan, pues desmerece mucho una excelente bebida si no lleva la compañía de una exquisita comida. Luego, cuando llega la abultada factura, sonrisa y propina. Generosidad, desprendimiento, buen rollo. Para algunos de ellos, esos papelitos con cifras no son de nadie. Pues si no son de nadie, ¿a quién puede dolerle su despilfarro?
También ocurre que a algunos políticos les pagamos para que se duerman en el hemiciclo. Me gustaría ser dueño de una fábrica de colchones y contratarles para que reposaran en los colchones míos y me hicieran prestigiosa publicidad. Un optimista inocentón, diría que esas señorías están agotados de tanto esforzarse en pensar a quien pueden favorecer o perjudicar.
Podría seguir contando innumerables proezas a favor de esos esforzados líderes de la Política, pero mejor no hacerlo, pues tengo el casi seguro convencimiento de que no me lo agradecerán.
En fin, que tengamos todos un “feliz” día.