PASIÓN POR LO NUEVO (RELATO ERÓTICO)
PASIÓN POR LO NUEVO
(Copyright Andrés Fornells)
Te entretienes más de la cuenta acicalándote y luego has de correr como una loca, que eso estás haciendo en este mismo momento moviéndote con una premura que, si no es correr le falta poco. E inevitablemente contoneas tu voluptuoso trasero llamando con ello la atención, principalmente de los tíos con instintos depredadores.
Y ya tienes lo inevitable, un bocazas acaba de soltarte un requiebro ordinario, ofensivo, en el que resalta la palabra: polvo. Lo insultas mentalmente. Le llamas cabrón, una palabra cuya sonoridad la hace parecer todavía más grosera de lo que en realidad es.
Jadeas, tu firme y bien desarrollado pecho sube y baja dándote la sensación de que el sujetador se te ha quedado, repentinamente, pequeño. Y como ahora el roce es mayor, tus pezones se han puesto tiesitos y te procuran un cierto placer no deseado en este momento. ¡Qué inoportunos son a veces!
La boca del metro. Gente que lleva prisa, igual que tú. Te inunda los pulmones este olor peculiar del metro de Madrid. A ti no te disgusta como le ocurre a bastante gente que te lo ha comentado. Paco, tu novio, sin ir más lejos. Pensar en él ha bastado para que un calorcito muy agradable haya surgido inmediatamente entre tus piernas. Es muy hombre tu Paco, y te tiene muy saciada. ¡Qué viril es! Suspiras. Estás por sus huesos y por sus carnes. Especialmente por esa carne que engorda y endurece con muy poco caso que tú le hagas y en la que, en momentos de arrebato, le haces sentir tus dientes.
Él finge quejarse, alega que le has hecho daño. Seguro que le gusta, pues de lo contrario te lo diría de otra manera. Bueno es él para callarse algo que le moleste.
Cruzas rápido la puerta automática. Siempre tienes miedo a que pueda pillarte cuando se cierra. El vagón va abarrotado. A esta hora de la mañana, ya se sabe. Acaba de plegar tus labios carnosos un mohín de fastidio. Estas botas negras con tacones altos te aprietan mucho. Como están realmente cómodos tus pies es con las zapatillas de felpa que llevas por casa, pero no puedes pasearlas por la calle y menos llevarlas a tu trabajo. Cómo se burlarían de ti tus compañeros de fatigas.
─Perdón.
─Vale ─le contestas muy seria al tío feo que acaba de darte un codazo, supones que involuntario.
Vaya mañana. Una chica que acaba de subir se te ha venido encima. No se disculpa. No hace falta. Tiene una sonrisa preciosa y acaba de dedicártela.
─Un poco más y nos damos el pico ─bromea.
─Sí, hemos estado muy cerca ─respondes devolviéndole la sonrisa.
Esta chica te ha caído muy bien.
─Trabajo en los Almacenes Sonsoles ─te dice con encantadora naturalidad.
─Yo en una Caja de Ahorros ─desvelas con igual espontaneidad─. Vas al trabajo un poco temprano, ¿no? Soléis abrir a las diez.
─Estoy en la sección de juguetería y por estas fechas estamos abrumados de trabajo. La gente y su manía de regalar juguetes en cuanto se acercan las Navidades. Me llamo Viky.
─Yo, Ángela.
─Oye, ¿nos damos besitos en las mejillas como si fuéramos amigas de toda la vida? ─simpatiquísima, tentadora.
—¡Claro! —riéndote también.
Lo habéis hecho. Os habéis dado los besos, ambas un poco turbadas. Te ha gustado la suavidad y calidez de sus labios y el perfume que usa. Le has preguntado cómo se llama.
─Es francés. Me lo trajo de París mi madrina, el mes pasado. Se llama Mystère.
Os habéis mirado a los ojos, con fijeza. Tú has sentido, y crees que ella también, como si un extraño, mutuo y dulce sentimiento tuviera alas y viajara de ti a ella, y de ella a ti.
─Me gustaría muchísimo que fuéramos amigas ─le has dicho impulsiva, sincera.
─También a mí.
Y como si lo hubierais acordado telepáticamente habéis tenido el impulso íntimo de cogeros las manos exteriorizando una risita nerviosa, encantadora. Agradabilísimo este contacto. Ella tiene las manos suaves, cálidas. Te han transmitido algo que te ha turbado.
─¿Quizás pudiéramos vernos esta tarde? ─te ha propuesto.
─Tendría que ser después de las siete, que es cuando termino mi clase de inglés.
─Perfecto. Yo me bajo en la próxima parada.
─Yo dos paradas más lejos.
—Eres adorable.
—Tú también lo eres.
Habéis acordado encontraros en una cafetería céntrica. Os habéis dado nuevos besos al despediros. Estás muy agitada. Esa chica tiene algo que te altera el ritmo del corazón. Es guapa y muy agradable. Deseas muchísimo volver a verla.
Abandonas el metro junto con otras personas a las que ni siquiera te tomas la molestia de mirar. Marchas escaleras arriba. Ya fuera de la estación, andas dos calles a buen paso para no llegar tarde. Don Asensio, el director, es un ogro esclavo de la puntualidad. Resulta de lo más mortificante cuando te dice: <<Señorita Domínguez, ha llegado usted cinco minutos tarde. Por favor, esfuércese en ser más puntual. Cada minuto de retraso es un perjuicio que le causa a la ejemplar entidad que nos permite ganar nuestro sustento>>.
Respiras aliviada. Has llegado siete minutos antes de tu horario. Saludos con los compañeros. Inicias tu actividad diaria. ¡Ah!, el trabajo, tan rutinario como necesario. Nadie pude vivir solo del aire. Piensas en Viky y sientes ilusión. Te apasiona tanto lo nuevo.