PASAR POR EL ARO (MICRORRELATO)
Al veterano domador sus leones le habían perdido totalmente el respeto. Continuamente le desobedecían y le hacían burlas sacándole la lengua y haciéndole pedorretas. Finalmente, durante una función, el más veterano de los leones le arrebató el látigo y le obligó, a base de darle latigazos en el trasero, a que el peligroso número de saltar a través del aro en llamas fuese realizado por él.
El domador, para que no siguiese azotándole, se lanzó hacia el centro del aro, con tan lamentable torpeza que se chamuscó varias partes del viejo y deteriorado traje que vestía.
Con este inesperado, sorprendente suceso, el público se partió de risa, se divirtió muchísimo más que con los payasos. En vista del éxito conseguido, el director del circo le propuso al escarnecido domador repetir el número:
—Oye, los espectadores lo han pasado en grande. Con este número podríamos tener un lleno absoluto en todas las sesiones. Te pagaré más por este nuevo número del león obligándote a que saltes tú por el aro, de lo que te estaba pagando hasta ahora, por en adelante, hacer lo contrario.
Considerando que iba a jubilarse dentro de poco tiempo, el veterano domador le puso dos condiciones:
—Bien, si me compras un traje de amianto y me das de comer tan bien como comen los leones, acepto.
Debo confesar que cuando presencié este desacostumbrado espectáculo me gustó muchísimo. Posiblemente, porque siempre me han despertado mayor simpatía los leones que los domadores.
El número aquel duro poco tiempo. Los leones se apiadaron del domador y dejaron de acosarle obligándole a saltar, aunque él se lo suplicaba:
—Por favor, no me fastidiéis la jubilación, acosadme, forzadme a saltar.
—Acaso piensa alguien en la jubilación nuestra —le replicó la más antigua de las fieras.
Finalmente, el dueño del circo viendo su ruina cercana, despidió al domador, regaló los leones al zoológico de la ciudad y así se quitó de encima el gasto de mantenerlos.
En la actualidad el propietario del circo arruinado y el domador despedido tienen montada a medias una churrería y, cuando les ataca la nostalgia les llevan algunos churros a los leones que habían explotado antiguamente y los demás visitantes del recinto les hacen fotos, les aplauden admirados, cuando las fieras y los dos churreros intercambian amistosos abrazos.
(Copyright Andrés Fornells)