LOS RICOS HAN LEÍDO LA BIBLIA, PERO LA HAN INTERPRETADO MAL (MICRORRELATO)

Un periodista de los que se encargan de escribir en los periódicos las Notas de Sociedad, un día tuvo la impertinencia de, en una entrevista preguntarle a un millonario, si no sentía remordimientos por ser él tan rico, y sus obreros tan pobres.
—Eso es muy lógico —contundente el ricachón formando anillos con un puro de cien euros—. Ellos trabajan para mí, no soy yo el que trabaja para ellos.
—¿Usted no ha leído la Biblia? —creyéndose un agudo el articulista.
—Sí, algo por encima leí de ese grueso libro sagrado, y me gustó muchísimo —sonriente el potentado—. No leí más porque son numerosas las actividades a las que yo prefiero dedicar mi tiempo.
—¿Aprendió usted algo leyendo la Biblia? —con marcada ironía el joven entrevistador.
—Sí que aprendí —respondió muy satisfecho el potentado colocando sobre su abultado vientre la mano que no sostenía el cigarro, en la que lucía un anillo con un zafiro grande como una nuez californiana—. Aprendí lo más importante que lleva ese libro, y ya no seguí leyendo.
—¿Y qué fue lo más importante que, según usted aprendió de la santa Biblia? —el preguntador con la boca llena de un canapé de caviar iraní, mientras mantenía otro en su mano gorrona.
—Aprendí una cosa que me impresionó muchísimo y resultó decisiva para que actualmente sea dueño de una inmensa fortuna.
—¿Puede decirme qué cosa fue esa? —el reportero de Notas de Sociedad, esperando recibir otro titular para su entrevista.
—Naturalmente. Fue ese consejo de incalculable valor que dice: Ganarás el pan con el sudor de su frente. Se refería al sudor de las frentes de otros, pues de lo contrario habría dicho de mi frente. Y eso es lo que he venido haciendo siempre, y me va muy bien haciendo sudar frentes que no son la mía.
—Creo que usted entendió mal el sustantivo.
—Haga el favor de desaparecer inmediatamente de mi vista o le diré a uno de mis guardaespaldas lo dejé listo para visitar a un dentista. Atreverse en mi propia casa a decirme que yo no sé leer.
El millonario apretó un timbre que tenía en su mesa e inmediatamente apareció un hércules de dos metros de altura al que ordenó:
—Acompaña a este faltón hasta la calle y como te diga algo que te enoje, tienes mi autorización para callarlo de un guantazo.
El tipo hercúleo no tuvo que acompañar al visitante a ninguna parte, porque salió corriendo inmediatamente.
MORALEJA: Debido a este equívoco en la lectura de la Biblia, los ricos siguen explotando a los pobres y encima creyéndose muy buenos cristianos.
(Copyright Andrés Fornells)