LES MATARON EL AMOR (HUMOR)

LES MATARON EL AMOR (HUMOR)

LES MATARON EL AMOR (MICRORRELATO)

Aitor Perdigones era un timorato de esos que respetan a las personas y respetan las leyes a rajatabla. Se enamoró perdidamente de Encarnita, y Encarnita se enamoró perdidamente de él. Y como eran personas sensatas, honestas y tradicionales, se casaron por la Iglesia. Todo funcionaba de maravilla entre ellos. Tenían un trabajo y, a plazos, con mil sacrificios, habían comprado un cochecito y estaban pagando un pisito en cómodos plazos. El banco les había concedido un crédito de cuarenta años.

Pero de pronto el gobierno, que es un superpoder que se desvive por procurar prosperidad y bienestar a sus ciudadanos, se decantó por superproteger a las mujeres considerando que todos los hombres son violadores en potencia y, por serlo, a las mujeres que no se atreviesen ellos ni tan siquiera a tocarles el dedo meñique sin su consentimiento porque se les iba a caer el pelo.

Y Encarnita reparó muy pronto en un hecho curioso, sorprendente y entristecedor. Aitor había dejado de tocarla y de besarla, y del intercambio del placer supremo, nada de nada. Con los ojos anegados en llanto ella le preguntó a él, a qué se debía esta repentina falta de ternura.

Aitor, con absoluta sinceridad, pues la mentira no entraba dentro de su código genético, respondió a Encarnita:

—Vivo aterrado con las nuevas leyes. Si a ti, por haberte enfadado conmigo se te ocurriera decir que te he besado sin tu consentimiento puedo terminar en una lóbrega celda.

—Pero yo jamás te haría algo así. Te amo.

—Posiblemente fuese así, como dices, pero a mí me ocurre algo terrible. Cada vez que me entran ganas de besarte, de acariciarte, te miro y en vez de a ti veo a un juez condenándome a treinta años de cárcel.

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