LA TRISTEZA LLAMÓ A LA PUERTA (RELATO)
<<Un amor eterno es el que dura más allá de la pérdida de los varios encantos que enamoraron cuando ella o él estaban en su máximo esplendor y también del dinero poseído por ambas parte, o por una sola, y éste se agota>>. Esta sentencia se la atribuyen al rey Salomón.
Por estas dos causas mencionadas por mí, Paloma Interesada, la mujer que a Aniceto Ruinas le había asegurado lo amaba más que a su propia vida sumada, además, a la eternidad, lo había arruinado y, una vez logrado esto con el máximo éxito, abandonado.
Aniceto Ruinas tenía todas las razones del mundo para caer en el más hondo pozo de la tristeza; pero no cayó.
Había terminado de hacer su maleta cuando escuchó el timbre de la puerta de la casa que sus acreedores, con el apoyo de las leyes, habían conseguido que dejase de ser suya. Llevó hasta allí su pesada maleta. La soltó para abrir la puerta y se encontró frente un tipo todo vestido de negro cuyo rostro cadavérico, de tan feo como era, daba miedo.
—¿Qué quiere usted? —le preguntó, educado, Aniceto.
—Soy la Tristeza y he venido a quedarme con usted —mostrando también exquisitos modales el visitante.
—Pase, pase, y perdone que no me quede con usted. Soy una persona que nunca ha querido tratos con extraños —Aniceto riéndose como si encontrase extremadamente divertida la presencia de aquel hombre tan falto de belleza como una Silla Eléctrica oxidada—. Adiós —cogiendo de nuevo la maleta recién soltada.
—¿A dónde se va usted? —quiso saber, disgustado ahora, su visitante.
—Me voy a vivir con Alegría Castañuelas, mi madre. Al contrario que mi ex, que no sabía freír una camisa ni planchar un huevo, mi madre cocina como para merecer cinco estrellas Michelín. Y además cocina cantando y bailando para divertirse ella y todo aquel que la ve. Le hago una advertencia: no creo que le permitan estar mucho tiempo aquí, pues dentro de dos horas vendrán los del desahucio.
Aniceto Ruinas y su maleta se fueron: el primero tocando la trompeta y, la segunda, colgada de su mano.
Cierto que Aniceto Ruinas tenía perdidos los placeres de cama con Paloma Interesada, pero se libraría de sus horribles guisos amargos, aunque según ella sus guisos son muy buenos porque estimulan el movimiento peristáltico de los intestinos y favorecen la absorción de vitaminas liposolubles.
La Tristeza se sintió frustrada por haber hecho un viaje en vano un largo viaje hasta allí. Y enojado se tumbó en el destartalado sofá decidida a echarse una siesta. Su siesta fue muy corta, pues a los diez minutos se produjo el desahucio siendo el sofá uno de los primeros muebles que los dos ejecutantes se llevaron. Al escuchar las malhumoras exclamaciones suyas, la Tristeza comenzó a creer en la posibilidad de que su viaje hasta allí no había sido en vano.
(Copyright Andrés Fornells)