LA HERMOSA NOVIA DE MI HERMANO ALEJANDRO (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)
Una mañana Alejandro, mi hermano mayor, trajo a Elena a nuestra casa y dijo con cierta cómica solemnidad:
—Os presento a Elena, mi chica.
Ella se ruborizó y nos regaló su sonrisa, la sonrisa más hermosa del mundo para mis embelesados ojos. Mis padres sonrieron también, mientras yo me quedé muy serio. No era para menos: acababa de enamorarme de ella. Lo supe por lo alteradísimo que se mostró el lado izquierdo de mi pecho.
A partir de aquel momento se me planteó un terrible problema en forma de dilema: Morir de amor por ella a mis trece años (lo cual podría sucederme de un modo natural por lo muchísimo que me dolía la parte del pecho que ya he mencionado), o seguir viviendo y sufriendo terriblemente porque ella amaba a mi hermano mayor y no a mí.
Pasaron por mi mente ideas muy dramáticas . Una de ellas, la que más me tentaba, envenenarme con un tubo de aspirinas y caer muerto a sus pies mientras le entregaba una carta en la que le confesaba mi desesperado amor por ella.
Finalmente, al pasar por delante de una tienda que vendía animales de compañía encontré la salida a mi extraordinario dilema: rompí la hucha y, el dinero guardado en ella (todo él en monedas) me alcanzó para comprarme un perro. Y a partir de aquel momento tuve en mi vida a un ser vivo, que no era de mi familia, al que yo quería y me correspondía queriéndome más que a nadie.
Mi hermano tardó poco tiempo en romper con Elena. Ella había quedado libre, pero yo estaba, para entonces, demasiado ocupado enseñándole a “Tristán” a saltar vallas y devolverme las pelotas que yo le tiraba, para hacerle caso al lado izquierdo de mi pecho que se hallaba ya muy tranquilizado.