KOSHIKO, MI AMOR JAPONÉS (RELATO)
Ayer tarde me llamó desde Kawasaki mi adorable amiga Koshiko. Estuvimos conversando sobre nuestro grato encuentro del pasado mes de abril e Kawasaki, la maravillosa ciudad donde ella vive, y le prometí visitarla el año que viene para que celebremos, de nuevo juntos, el Kanamara Matsuri.
Recordamos algunos momentos vividos en mi visita de este año y después de reírnos, ella me pidió que no continuase recordándole placeres porque se estaba excitando y esto la hacía sufrir debido a que no me tenía a su lado.
—Hablemos de política, aunque a ti te gusta poco, misuki —me propuso, deliciosamente cariñosa—. Nosotros tenemos ahora un presidente muy aburrido, que echa unos discursos soporíferos y que mucho nos tememos no sabrá mejorar nuestra maltrecha economía. Pero está casado con una mujer muy divertida. Ella escribe libros de cocina y mantiene contactos con unos extraterrestres que le han prometido un interesante viaje astral. Viaje que seguramente realizará cuando su marido termine su mandato, pues ahora tiene que acompañarlo en multitud de actos oficiales.
Nos reímos. Me encanta la risa de Yoshiko porque parece llanto, siendo todo lo contrario.
—Pues nosotros tenemos un presidente cuyo propósito es arruinar nuestro país y lo está consiguiendo. De niño, en cierta ocasión dijo una verdad, se mordió la lengua al decirla y le dolió. Él aprendió de esta dolorosa experiencia y desde esa vez nunca más ha vuelto a mordérsela.
A continuación, hablamos de jardinería, materia en la que ella atesora infinitos más conocimientos que yo.
Se puso seria al contarle yo lo que hacemos en mi país con las hojas de algunas margaritas.
—¡Qué crueldad maltratar a una flor para querer saber algo que bastaría con preguntárselo a la persona que te interesa conocer su respuesta!
—Koshiko ¿puedes contestarme si me quieres todavía o tengo que deshojar una margarita para saberlo?
—Déjate de deshojar margaritas y ven a la cama conmigo, que ella y yo te echamos muchísimo, terriblemente de menos.
Esta vez las risas de Koshiko y mía sonaron verdaderamente a llantos.
(Copyright Andrés Fornells)