INESPERADO ENCUENTRO EN LA FERIA (MICRORRELATO)
Lorena y Jacinto se vieron de pronto en mitad del estruendoso bullicio de la feria y, a pesar de los muchos años transcurridos, se reconocieron inmediatamente. Ella iba con Manuel, su marido, y él con Marisa, su esposa. Sin importarles la presencia de sus respectivos cónyuges, inmódicamente corrieron el uno hacia el otro y cuando se juntaron, unieron sus manos al tiempo que se observaban con extraordinario deleite.
—Estás más hermosa que nunca —elogió él, pasados unos segundos de embelesada contemplación.
—Y tú más grandullón y guapo que nunca —ensalzó ella con parecido gozo.
Jacinto giró la cabeza y señalando el tiovivo que les quedaba a muy pocos metros de distancia, dijo con ojos brillantes de ilusión:
—¿Te acuerdas de cuando, de pequeños nos subíamos en un tiovivo durante las fiestas del pueblo?
—Desde luego que me acuerdo, jamás lo olvidé —replicó Lorena no menos ilusionada que él.
—¿Nos montamos de nuevo?
—¡Vamos! —igualándole ella el entusiasmo.
Tomados de la mano, los dos se dirigieron corriendo hacia la atracción parada en aquel momento y se subieron en caballitos que quedaban muy cerca el uno del otro.
—¿Qué les pasa a esos? ¿Se han vuelto locos? —preguntó la desconcertada esposa de Jacinto al no menos desconcertado marido de Lorena.
—No lo sé —contestó el interpelado, tan perplejo como ella—. Eso parece: que se han vuelto locos esos dos.
Habiendo coincidido ambos en este juicio, preocupadísimos, se acercaron a la atracción de feria y fueron testigos de cómo Lorena y Jacinto reían sin parar, mirándose encantados. Y sintieron dentelladas de celos y de indignación.
—¡En cuanto se bajen, a mi marido le voy a decir lo que no está escrito! —amenazó Marisa colocando sus brazos en jarras.
—¡Y yo a mi loca mujer lo mismo! —coincidió Manuel, tan indignado como ella.
A los pocos minutos terminó de girar la atracción. Lorena y Jacinto abandonaron el tiovivo. Les duraba todavía el regocijo cuando llegaron junto a sus respectivos consortes, que les recibieron con miradas furibundas. Antes de que pudieran soltarles el chorro de airadas recriminaciones que tanto Marisa como Manuel tenían preparadas, con desarmante naturalidad anunció Lorena, señalándolo con una radiante sonrisa:
—Marisa, Manuel, este es mi querido primo Jacinto.
—Y esta es mi querida prima Lorena. Llevábamos veinte años sin vernos. De niños éramos inseparables y hemos querido recordarlo subiendo a una de las atracciones que, durante nuestra infancia fue la favorita de ambos. Y ahora que ya nos hemos divertido recordando aquellos tiempos tan felices, vamos a comer donde queráis. Invito yo, rumboso, Jacinto.
—Y mientras comemos, Jacinto y yo os contaremos anécdotas de nuestra feliz infancia —le secundó Lorena.
Dando por explicada la sorprendente conducta de los dos primos, las dos parejas buscaron un restaurante en donde celebrar aquel encuentro de los dos primos. Comieron, hablaron, recordaron tiempos pasados, rieron, lo pasaron muy bien.
Aquí podría terminar esta historia, pero para no decepcionar a los amantes de los finales felices o trágicas, concluiré contando que un mes más tarde Lorena y Jacinto huyeron para poder compartir, de adultos, el mismo gran amor que se tuvieron de niños.
(Copyright Andrés Fornells)