GRANDES AMORES EN LA HISTORIA (MICRORRELATO)

GRANDES AMORES EN LA HISTORIA (MICRORRELATO)

Años atrás encontré un pergamino muy antiguo escondido en una cueva oculta detrás de unos tupidos arbustos y, después de quitarle el polvo acumulado a lo largo de varios siglos, tengo el solidario detalle de compartir con ustedes, mis amigos favoritos, su contenido, y que es el siguiente.
“Yo Lorenzo de Mendicatis expongo, por todo lo que llevo leído y vivido, que he llegado a la patética convicción de que lo mejor y más conveniente para los seres humanos normales es vivir amores mediocres, amores pequeñitos, amores insignificantes, porque todos los grandes amores terminan finalmente en tragedia.

La historia de la humanidad está llena de ejemplos que demuestran cuan cierto es lo que yo acabo de afirmar. Aquí les informó de lo que sucedió con un par de esos fatídicos amores: Ana Bolena, una mujer guapísima y tan original, que en su mano derecha tenía seis dedos, se enamoró perdidamente de un tal Enrique VIII. Enrique VIII, era además de monarca, un mal tipejo rijoso y adultero, que disfrutaba enviudando por el expeditivo método de cortarles la cabeza a sus esposas cuando dejaban de despertarle deseo camero.

Otro británico notable, fue Ricardo III que, en cierta ocasión se declaró dispuesto a dar su reino por un caballo (¿era zoofílico este monarca?), o el no menos famoso Barbazul tan pródigo en materia de amores que les quitó la vida a un montón de mujeres, en su caso también cuando se cansaba de utilizarse sexualmente.

A lo leído en ese pergamino contribuiré yo contando lo que les sucedió a los dos protagonistas de un gran amor conocido por mí, que también terminó mal. Me estoy refiriendo al amor de mi amigo Ezequiel y la bella Romira. Él era un poeta que no tenía donde caerse muerto, y ella era una stripper exitosa. El hecho de que ella llegase de su trabajo, al modesto pisito que compartían, tan cansada de desnudarse delante de cientos de personas todas las noches, que se negaba a desnudarse para Ezequiel que alegaba necesitaba verla desnuda para inspirarse y crear sus poemas, motivó que la acusara de estar fracasando él, en su arte, por culpa de ella, que le negaba toda posibilidad de poder inspirarse.

Romira, furiosa con la incomprensión de su pareja sentimental, aceptó la proposición de un multimillonario. La proposición de este hombre acaudalado fue que dejase al pobre poeta, se despidiese del club que la explotaba y que por culpa de la mala calefacción en la sala de fiestas y en los camerinos, soltaba ella un resfriado para coger otro, y se fuese a vivir a su mansión donde desnudándose para él, en su dormitorio, maravillosamente bien climatizado, mantendría su buena salud y conseguiría una buena colección de diamantes, pues él le regalaría uno cada día.

Desesperado por su pérdida, mi amigo el poeta intentó suicidarse veinte veces, demostrando tan extraordinaria torpeza en ello, que fracasó en todos esos intentos.

Bien aconsejado por mí, Ezequiel escribió un libro contando todas esas tentativas suyas de acabar con su vida, y consiguió con él un best-seller que se vendió como las rosquillas y le permitió adquirir fama y mucho dinero. Y una vez conseguidas por Ezequiel estas dos cosas, una enorme cantidad de mujeres ofrecieron desnudarse para él y hacerlo feliz.

¿Dónde está la tragedia de Ezequiel con lo afortunado que fue?– preguntará cualquiera que posea dos dedos de frente.

Mi respuesta será la siguiente:

—Pues la tragedia de Ezequiel consistió en que todos esos intentos de suicidio lo habían convertido en impotente, y aunque gastó una fortuna en las consultas de los mejores sexólogos del mundo, ninguno consiguió curarlo. Y ahora viene lo trágico de esta historia, Ezequiel intentó un nuevo suicidio y con éste sí tuvo éxito.

(Copyright Andrés Fornells)