¿EL REY FATAFEHI DE TONGA FUE UN SUPERMAN O UN EXTRATERRESTRE? (SUPERSTICIONES, MISTERIOS Y MAGIA

¿EL REY FATAFEHI DE TONGA FUE UN SUPERMAN O UN EXTRATERRESTRE? (SUPERSTICIONES, MISTERIOS Y MAGIA

He podido saber, hurgando en la historia de este pecador mundo nuestro, que existió un rey llamado Fatefehi de Tonga, al que se le atribuye la increíble hazaña de haber desflorado entre los años 1770 y 1784 la insuperable suma de 37.800 vírgenes —Virgo viene de Virga, que significa rama que nunca se ha roto—, lo cual si las matemáticas no nos engañan equivale a romperles la rama a siete doncellas diarias.
Sé que muchos pirados me dirán que eso lo puede hacer cualquiera, teniendo en cuenta que la duración de un coito —esto es un dato científico, que no lo pongo yo aquí al tuntún —ad vultum tuum— es de 2 minutos 50 segundos. Pero sobre lo que ningún estudio se ha hecho es del tiempo que se tarda en conseguir este objetivo iniciático, especialmente si las siete vírgenes diarias ofrecen resistencia porque no quieren dejar de serlo y se defienden con arañazos, mordiscos y patadas.
Gracias a mi bien intencionada investigación he conseguido una supuesta fotografía de este extraordinario destrozador de membranas femeninas, de cuya fiabilidad no respondo —pues según tengo entendido la fotografía se inventó en 1822—, a no ser que este portentoso fornicador alcanzase una longevidad muy fuera de lo común, algo muy discutible teniendo en cuenta la vida tan abusiva y sacrificada que llevaba.
Según estudios científicos muy recientes, parece ser que para eyacular no hace falta tener cerebro, pues la orden que produce este derrame seminal viene de la médula espinal, por lo que nada podemos decir sobre la inteligencia o falta de ella del rey Fatefehi de Tonga.

Si este monarca odiaba este exagerado desflore diario —es un suponer—, alguien podía haberle aconsejado que imitara a los fenicios que hacían desflorar a sus hijas por sirvientes masculinos de la casa para ahorrarles tan penoso trabajo a sus futuros maridos, o como los aristócratas de la antigua Grecia hacían que desfloraban a sus doncellas con un pene de piedra del dios Príapo, que por ser el dios de la fertilidad, la mujeres así maltratadas tenían garantizado parir muchos hijos. Generalmente hijos que convertidos en guerreros podían ser enviados a matar y morir en las continuas guerras que organizaban las gentes de aquellos tiempos.
Nada he podido averiguar—aunque lo he intentado arduamente— sobre la descendencia que tuvo Fatafehi de Tonga, pero suponiendo que le salieran bien las cuentas, pongamos 37.800 mujeres, la que no quedase embarazada por la que tuviese gemelos, sumar alrededor de los 40.000 hijos resulta meridianamente posible.
Esto es fertilidad y no la de nuestras familias numerosas con únicamente tres vástagos. ¡Ay, qué tiempos aquellos!

(Copyright Andrés Fornells)