EL PULQUE CON GALLETITAS NO ES MALO (RELATO)
Una mañana, mientras el manito Blas Núñez desayunaba un pulque en la pulquería del Manco, entró un cliente, fue hasta él y le dio la noticia de que Aurelio Gómez, el asesino de su amado papacito, había muerto.
Varios de los presentes, al escuchar lo dicho por el recién llegado, destaparon el tarro de su curiosidad para preguntarle, sobre cómo se había producido el luctuoso y definitivo hecho de haber pasado, el mencionado Aurelio Gómez, de acá, para allá.
—Oigan, pues no más lo atropelló un más que enorme camión cuando cruzaba la carretera y le dejó igual que una puritita torta de frijoles. Oigan, que daba asco verlo.
Se marchó el hombre que les había traído aquella noticia. Todos felicitaron a Blas Nuñez que viéndose en la obligación de agradecerles sus felicitaciones se gastó, invitándoles a pulque, todos los pesos que llevaba encima y otros muchos pesos de los que quedó deudor al tabernero.
Aquella misma mañana, Blas Núñez, a pesar de lo borracho que estaba, consiguió vender el revólver clandestinamente adquirido, puesto que ya no iba a necesitarlo para matar a Aurelio Gómez, y se pasó todo el santo día celebrando que su papacito había sido vengado por una enorme maquinota de seis ruedas, y endeudándose, pues estaba tan pelado como un recién nacido.
El pulque ingerido le sentó como muy mal y, durante una semana entera estuvo a las puertas de la muerte, y milagro fue que no las cruzase y emprendiese el mismo viaje sin retorno que el ya mencionado Aurelio Gómez, pero él sin necesidad de sufrir un atropello.
A partir de esa mortal borrachera, a Blas Núñez le sentaba mal hasta el agua, ya que después de todo se trataba también de un elemento líquido.
Y su mamacita que era muy dada a los refranes, solía decir a este respecto, cuando cotilleaba con sus amigas mientras se tomaban ellas, en tacitas de café, unos pulques con galletitas:
—Miren, comadres, ya lo dice el diosecito del cielo: “No hay mal que por bien no venga”.
—Cierto, comadre: No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista.
--¡Salud de la muy buenecita tengamos!
Y se reían de sus comentarios, pues, ningún otro pueblo sabe expresar, de un modo tan diferente a otros, su dolor y su alegría, ya que pueden cantar por lo primero, y llorar por la segunda.
¡Viva México, y vivamos todos aquellos que amamos este gran país y no cometemos la injusticia de considerar que los malos son los otros y todos los buenos nosotros!
(Copyright Andrés Fornells)