EL MISTERIO DE LOS CALCETINES DESAPARECIDOS (RELATO)

EL MISTERIO DE LOS CALCETINES DESAPARECIDOS (RELATO)

En la oficina donde trabajaba comenzaron a tomarme por un tipo excéntrico porque con mucha frecuencia me presentaba al trabajo llevando, metidos dentro de los zapatos, un calcetín de diferente color en cada pie.

Esta particularidad mía llegó a oídos del director de la empresa quién, un día, me hizo llegar su deseo de hablar conmigo. Me presenté delante de él, en su imponente despacho, experimentando cierto temor, pues este ejecutivo tenía fama de ser una persona muy estricta e intolerante que no le temblaba la mano a la hora de despedir a un empleado.

—Siéntese —me ordenó cuando me tuvo delante de él.

Observando con preocupación su rostro severo, ocupé una silla que nos dejó frente a frente. Él carraspeó y a continuación dijo:

—Le felicito por ser, al igual que yo, muy supersticioso. También yo, todos los días, acudo a la empresa que dirijo, con un calcetín de diferente color en cada pie. Y lo hago porque me trae buena suerte. ¿Por qué lo hace usted?

Yo, que tengo días en los que me levanto más listo que otros, ese día me tocaba el de haberme levantado más listo y le respondí muy rápido:

—Señor director, yo también me pongo un calcetín de distinto color en cada pie porque me trae buena suerte.

—Perfecto. En prueba de que hace muy bien, le voy a conceder un pequeño aumento en su salario, aumento que comenzará a percibir este mismo mes. Puede regresar a su puesto y seguir siendo supersticioso.

—Muchísimas gracias, señor director —loco de alegría yo—. ¡Larga vida a los supersticiosos como nosotros!

--Exacto: ¡larga vida! —sonrió él por primera vez desde que yo estaba empleado en su empresa.

Una semana más tarde descubrí que la misteriosa desaparición de mis calcetines era obra de Popeye, mi gato, que se había hecho con ellos una guarida en el balcón de mi apartamentito, justo detrás de dos macetas con geranios que yo tenía allí.

No vaya a creer nadie que regañé a Popeye cuando hice ese descubrimiento. En absoluto, le compré un ratón de peluche para que se divirtiera. En esta vida, el que no es agradecido, no es bien nacido.

Tanto fue así, que renuncié a Enriqueta una chica preciosa y muy enamorada de mí porque la primera vez que la traje a mi diminuto apartamento ella me dijo que odiaba a los gatos por los arañazos que uno de ellos le hizo en su infancia, y que nunca conviviría con nadie que tuviese uno de estos animales.

Afortunadamente, mi madre se llevó con ella a Popeye. Yo reanudé mi relación con Enriqueta y nosotros dos nos entendemos tan bien en todo, que hasta compartimos cama, y dentro de ella ciertos juegos deliciosos.

Quien no entienda a qué juegos me refiero, será porque nunca ha estado enamorado ni le gusta compartir su cama con nadie. La gente rara abunda.

(Copyright Andrés Fornells)