EL MESÓN DEL CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA Y SU ESCUDERO (RELATO)
Anselmo Tinaja nació increíblemente tímido. De niño cuando salía a la calle cogido de la mano de su madre, en cuanto alguna persona conocida le dirigía la palabra demostrándole amabilidad, él se ponía colorado, metía el dedito índice dentro de su boca y se refugiaba detrás del corpulento cuerpo de su madre.
Cuando Anselmo Tinaja alcanzó la edad procreativa, sus padres decidieron apañarle el casamiento con mi prima Jesusa Persiana que es una chica de cuerpo cimbreante como espiga de trigal y, encima, cariñosísima.
El día en que ella tras cambiar conmigo sendos besos en los carrillos, que era nuestro habitual saludo siempre que nos encontrábamos, me dijo que los padres suyos y los padres de Anselmo Tinaja había acordado la unión matrimonial de ellos dos, yo le aconsejé:
—Primita de mi alma, no cometas ese terrible error del que te arrepentirás toda tu vida. Ese chico es un picha fría. No te conviene. Tú eres ardorosa, volcánica, florida como un vergel —ensalce con apasionada justicia.
Ella sonrió como sonríen las personas que creen saber muy bien lo que se hacen y respondió, confiada:
—No te preocupes, primito de mi alma, que a ese lo espabilaré yo.
Bueno, como dice mi abuelo Silvino: Nadie conoce mejor el arte de abrir surcos en la tierra, que la mula suya.
Mi prima se casó con Anselmo Tinaja. Yo no pude ir a la boda, aunque me invitaron, porque por aquellas fechas me hallaba fotografiando dentaduras de cocodrilos por encargo del National Geographic.
Cuando regresé de mi safari fotográfico, me llenó de contento comprobar que mi trabajo había sido apreciado con elogios y justa paga.
Venía yo del banco, de convertir en dinero el cheque recibido, cuando al girar una esquina me encontré a mi prima caminando por la misma acera. Llevaba ella los dos brazos escayolados y tras el saludo con besuqueo, le pregunté con expresión compungida, que clase de desafortunado accidente había sufrido.
Con ríos de lágrimas brotando de sus preciosos ojos color tarta de chocolate, ella me dijo que los brazos se los había roto sacando a la fuerza, a Anselmo Tinaja de debajo de la cama donde él se escondía cada noche para escapar de acostarse con ella.
Lógicamente, como soy persona de muy buen corazón yo le dije algo que venía muy bien al caso:
—Primita de mi alma, yo te aconsejé, varias veces, que no te casaras con él, y tú no me hiciste el menor caso.
—Muy cierto es eso, primito de mi alma, pero una es como es: todo corazón —reconoció ella resignada— y no hay dios que me cambie.
Después de este encuentro, mi prima y yo hemos tenidos muchos otros encuentros y pocos de ellos en la calle, para evitar darles de que hablar a las malas lenguas.
Anselmo Tinaja vivía en una casa muy antigua heredada de sus abuelos. Mi prima puso allí un mesón y le puso de nombre el Paraíso de Don Quijote y Sancho Panza y hemos tenido un éxito extraordinario con él. He escrito hemos, porque yo la he ayudado y la sigo ayudando en todo desde mi puesto de cajero y contable.
Con su marido nos llevamos muy bien. Lo mantenemos bien comido y no tiene que trabajar. Y por las noches el duerme debajo de la cama y mi primita del alma, y yo, en lo alto de ella.
Ciertamente Anselmo Tinaja es un picha fría y de él puede decirse que acuñó ese refran: Hacer del vicio cualidad, pues añade a lo anteriormente mencionado por mí, que no es nada celoso y me aprecia casi tanto como yo lo aprecio a él.
(Copyright Andrés Fornells)