EL HOMBRE DEL SACO APARECIÓ UN BUEN DÍA (Microrrelato)
A un niño pueblerino sus papás lo tenían todo el tiempo asustado diciéndole que si no se comía el contenido del plato que le ponían delante, vendría el hombre del saco y se lo llevaría a su cueva de los horrores donde lo mataría a sustos. De igual modo lo amenazaban si no realizaba los deberes del colegio, no se lavaba los dientes y no se iba a la cama a las nueve de la noche.
Tan harto tenían esos padres a su niño que un día, hallándose él solo en la casa, un hombre llamó a la puerta y el chiquillo se la abrió. El hombre que acababa de llamar llevaba un saco a la espalda y un perro muy alegre que enseguida se puso a jugar con el niño amenazado. Tener un perro había sido el deseo suyo de toda su corta vida. De pronto, recordando las amenazas paternas preguntó al inesperado visitante:
—¿Es usted el hombre del saco?
—Bueno soy un hombre y llevo un saco —aceptó el anciano.
—¿Vive usted en la cueva de los horrores?
—Pues no, no tengo ni cueva ni casa. Todas las noches duermo donde me parece.
—¿Y se duerme a las nueve de la noche?
—La verdad es que no tengo una hora determinada para acostarme. Las noches que luce la luna llena, como está tan bonita, me quedó un buen rato contemplándola y, cuando me canso de contemplarla, me duermo.
—A mí también me gusta contemplar la luna y también me parece muy bonita. ¿Puedo saber que lleva usted dentro de su saco?
El niño no dejaba de jugar entusiasmado con el perro que movía como loco su rabo y le lamía las manos dando grandes saltos de contento.
—¿Qué lleva usted dentro de su saco: niños?
—No, llevo manzanas.
—Las manzanas me gustan a rabiar.
—Pues toma dos —dijo el hombre del saco cogiéndolas del interior de aquél y entregándoselas.
El niño le dio un mordisco a la manzana.
—Oh, está riquísima —reconoció—. Hombre del saco, ¿puedo irme con usted y jugar con su perro, comer manzanas, contemplar la luna y acostarme a la hora que quiera?
—Claro. Vente conmigo. Me encantan los niños. Y a mi perro también.
Y el niño continuamente amenazado se fue con el anciano.
Quien me contó esta historia no supo decirme si el hombre con el que se fue aquel niño era el auténtico, terrible hombre del saco, u otro hombre que solo llevaba un saco lleno de manzanas y tenía un perro alegre y juguetón.
(Copyright Andrés Fornells)