EL FAMOSO PÁJARO DE ANSELMO EL DE LOS FIDEOS (RELATO)

EL FAMOSO PÁJARO DE ANSELMO EL DE LOS FIDEOS (RELATO)

Voy a contar un suceso que conocimos todos los que frecuentábamos la tasca de El Tuerto. El Tuerto, además de la de fiarnos lo que bebíamos durante la semana, hasta el sábado que cobrábamos nuestro sueldo, poseía otra extraordinaria cualidad en la vista, cualidad que le permitía, con un ojo mirar la bombilla colgada del techo y, con el otro ojo mirarte a ti.

Un cliente asiduo de este entrañable local, llamado Anselmo el de los Fideos, por quedársele siempre que los comía alguno de ellos pegado a su abundante barba, poseía un canario prodigioso, pues no solo sabía expresase en el lenguaje de los de su especie, sino que imitaba a la perfección La Malagueña tocada por una guitarra.

El día que la mujer echaba de casa a Anselmo el de los Fideos, porque quería hacer limpieza general, él nos traía su prodigioso canario al bar y podíamos todos escucharlo con deleite y, Paquita la del Estanco, si estaba de buen humor, mientras tomaba café se echaba un baile mostrando en el remolino de sus faldas, en los giros, sus bonitas piernas y parte de esa prenda que oculta lo más secreto de todos nosotros.

Los que teníamos la suerte de estar presentes en esos gloriosos momentos, gozábamos muchísimo visual y auditivamente.

Una triste mañana, Anselmo el de los Fideos entró en la tasca del Tuerto con dos pañuelos en sus manos, lágrimas en los ojos y luto en el corazón. Todos, consternados, porque los clientes de este bar nos teníamos muchísimo cariño, y cuando las personas se tienen cariño, comparten las penas y las alegrías, le preguntamos el motivo de su desgarrado llanto y de su inconsolable pesar. Con voz entrecortada y profundos hipidos nos contó que le habían robado: le habían robado el canario prodigioso.

A partir de esta declaración, Anselmo el de los Fideos no lloró solo, porque le acompañamos en el llanto todos los presentes.

Aquel fue un día de luto para todos nosotros. No solo nos perderíamos, en adelante, La Malagueña interpretada a la guitarra por un canario sino también los bailes de Paquita la del estanco y la maravillosa, suprema visión de lo que ella ocultaba debajo de sus faldas.

De rebote, ella, perdió un porcentaje muy elevado de admiradores y de clientes del estanco suyo. Por cosas así es tan cierto ese dicho muy antiguo: de que las desgracias no vienen solas.

El misterio del canario robado no quedó resulto hasta que la viuda Alfonsina la del Cayado, coja por culpa de un burro que ensayaba la potencia de su coz y la encontró a ella detrás, fue a Pompas Fúnebres, y le dijo a su dueño Gimeno el Cara de Muerto, si vendía ataúdes para canarios.

Ninguno le afeamos a Alfonsina la del Cayado su conducta delictiva, pues desde que se le murió su marido, Jeremías el Guapo, ella se pasaba todos los días, llorándolo, desde que se levantaba hasta que se acostaba. Y los pañuelos los compraba por toneladas.

Quién suponga o diga que he mentido en todo cuanto he contado aquí, lo habrá dicho porque es un ignorante que no sabe nada sobre el alma de los poetas del vino, como soy yo.

(Copyright Andrés Fornells)