CUIDADO CON LOS GENIOS (Microrrelato)
Arturo Pelas era un tipo tan feo que asustaba a los niños hasta sonriéndoles. Esta fealdad suya motivaba que Arturo Pelas se sintiera infinitamente desdichado y nunca saliera de noche de su casa pues la gente, cuando lo veía aparecer dentro del círculo de luz de una farola, salía corriendo despavorida.
Por capricho del azar, un día llegó a las manos de Arturo Pelas una lámpara maravillosa y, por haber leído el libro Las Mil y una Noches, este joven supo al instante lo que podía conseguir de ella.
Presuroso comenzó a frotarla. Transcurrieron algunos segundos y el resultado de esta frotación fue el habitual. Del interior de la lámpara salió el genio encerrado en ella: un gigantón. Un gigantón que cruzándose de brazos delante de él le dijo con voz atronadora:
—Aquí tienes a tu esclavo. Pídeme un deseo y te lo concederé.
Arturo Pelas sin perder tiempo alguno dijo al instante:
—Conviérteme en el hombre más hermoso del mundo.
El genio chasqueó dos dedos y se produjo una explosión en la persona que acaba de pedirle aquel deseo. Una nube de humo lo envolvió y cuando esa nube se disolvió en el aire Arturo Pelas se había convertido en el más apolíneo de todos los varones del mundo.
Se miró en un espejo y quedó maravillado por el extraordinario cambio que acababa de realizarse. Entonces se apoderó de él la codicia y dijo:
—Ahora, esclavo, quiero que me conviertas en el hombre más rico del mundo.
El genio no pareció escucharlo. Le estaba contemplando con ojos brillantes de embeleso y de deseo, y dijo con estentórea, apasionada voz:
—Me he enamorado de ti y voy a hacerte, ahora mismo, el más feliz de todos los mortales.
Cuando Arturo Pelas vio con qué se proponía hacerlo feliz el genio, asustado perdido ante tan monstruoso tamaño, no se le ocurrió otra cosa para evitar lo que estaba a punto de sucederle, que esconderse dentro de la lámpara mágica.
Este hecho tuvo lugar hace veinte años y, desde entonces el genio vaga por el mundo buscándolo, mientras Arturo Pelas sigue esperando inmovilizado en aquel incómodo y estrechísimo lugar a que alguien frote la lámpara para poder él salir de ella y recobrar su libertad, aunque se vea obligado a correr el riesgo de que lo atrape el gigantesco genio.
(Copyright Andrés Fornells)