¿CÓMO SE ABRE UN PARAGUAS, PRIMO? (RELATO)

¿CÓMO SE ABRE UN PARAGUAS, PRIMO? (RELATO)

¿CÓMO SE ABRE UN PARAGUAS, PRIMO?

(Copyright Andrés Fornells)

Vivo en una zona del globo terráqueo dónde gozamos de un sol que enamora y de una lluvia que se ha olvidado de nosotros va ya para nueve meses. Tiempo atrás, cuando había mucha más gente que ahora creyendo en Dios y en los milagros, grupos de creyentes se reunían en la calle y con esa fe de antes, pedían al cielo que lloviese, y a veces llovía. Cuando llovía todos decían que Dios había escuchado sus plegarias y respondido generosa y bondadosamente a ellas. Cuando no llovía, justificaban los oídos sordos de Dios en que lo teníamos más que harto por lo muchísimo que pecábamos.

Yo, como todo el mundo, tengo esa cosa tan familiar que llamamos parientes. Una madrugada sonó la musiquita de mi teléfono fijo que, por lo patriota que yo soy y que cada día lo son menos porque los analfabetos que algunos de ellos ahora se hacen llamar influencers han decidido que no está de moda serlo y se han convertido, voluntariamente, en apátridas, me despertó con la divina melodía “VIVA ESPAÑA”.

Descolgué el aparato y con voz adormilada dije:

—Hola. ¿Diga?

—Hola, primo, ¿te he despertado? —escuché que decía con alegre tonalidad la voz de mi primo Olegario.

—Pues claro que me has despertado —abrí un ojo, mire mi reloj de números fosforescentes y le informé—: Son las cuatro y trece minutos de la noche. ¡De la noche! —le repetí por si él no se había enterado.

—Huy, qué tarde, ¿no? —dijo él como si acabara de enterarse—. Nos hemos liado a tomar copas aquí en el bar del Tuerto y el tiempo se los ha pasado volando. Tendremos que ir pensando en irnos a la cama.

—Seguro que tú no madrugas mañana —le recriminé.

—No, para que tú veas, mañana libro. Por eso estoy tomando copas.

—¿Puedo saber por qué me has llamado a estas horas? ¿Se está muriendo algún familiar o conocido?

—No, ni Dios lo quiera. Te he llamado porque está lloviendo.

—Hombre, eso es una muy buena noticia —consideré—. Pero si yo estuviera durmiendo en vez de estar tonteando contigo llovería de igual manera. ¿Para decirme que está lloviendo me has llamado? —empezando a enfadarme.

—No primo. Te he llamado porque después de tantos meses sin practicarlo, te he llamado para que me digas, tú que eres mecánico, como se abre un paraguas. Tengo ahora mismo en mis manos el paraguas que heredé de mi abuelo Patricio y no sé abrirlo.

Mi primo y yo nos estuvimos riendo hasta casi las cinco de esa madrugada. Luego cortamos la comunicación y yo me dormí con una enorme sonrisa en la boca. Y es que la mayoría de mis parientes tienen una gracia que no se puede aguantar.

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