BUSCABA A UNA CHICA PERFECTA (MICRORRELATO)
La vio salir de una tienda y, al instante su corazón enloqueció. Pudo sentirlo dentro de su pecho advertirle, a golpes de trueno, que aquella era la mujer de su vida. La mujer con la que había soñado infinidad de veces. Decidió seguirla. Un sabio presentimiento, le avisó de que si la perdía nunca más volvería a verla y eso lo lamentaría el resto de su existencia.
La experiencia le había enseñado que las cosas realmente buenas deben cogerse cuando se presentan, porque casi nunca se repiten una segunda vez. Debía superar su timidez y hablarle. Pero ¿qué decirle que no le escandalizara, asustara, o molestara? <<Señorita, si usted y yo nos uniéramos, nunca más estaríamos solos, ¿verdad?>> Esto, a ella, seguramente le parecería una solemne estupidez. Debería decirle algo más impactante.
Ella se detuvo junto a la marquesina de la parada del autobús. Ahora era el momento propicio. Él se acercó hasta quedar enfrente de la joven. Ella levantó hacia él sus hermosos ojos grises, y lo interrogó con la mirada. Había llegado el momento de que él le hablara.
—Tal vez la sorprenda lo que voy a decirle, señorita, tal vez no me crea, pero le juro que es la pura verdad: la llevo buscando toda mi vida.
Ella le dirigió la sonrisa más luminosa que él había visto jamás en boca femenina alguna, y respondió ilusionada:
—Qué maravilloso es encontrar y ser encontrado. Es un auténtico milagro.
Él sintió de repente que las olas de la duda lo empujaban hostilmente en dirección a otra playa. Y sufrió el inevitable temor de haberse equivocado. Dio media vuelta y se alejó rápido, dejándola absolutamente perpleja.
Realizó tantas veces lo mismo a lo largo de su vida, que se quedó soltero y lamentándolo al llegar a su vejez. Y es que pesa una condena universal sobre los estúpidos seres obstinadamente indecisos: y es la condena de no poder jamás ser felices.
(Copyright Andrés Fornells)