MI HERMANO ALEJANDRO LAS ENAMORABA EN LA OSCURIDAD (MICRORRELATO)

(Copyright Andrés Fornells)

Teníamos nuestra tele estropeada y obtuve permiso materno para permanecer en casa de mi amigo Gustavito hasta las once de la noche viendo la televisión de sus padres que, al contrario de la televisión nuestra sí funcionaba.
A las once y cinco, con mi llegada, le di un buen susto a la chica que, en la oscuridad del portal de casa, intercambiaba besos con mi hermano Alejando. La poca claridad proveniente de una farola de la calle, me descubrió su cara al ella separarse de él emitiendo un ¡oh ! sobresaltado.
La reconocí al instante y me llevé una enorme sorpresa. Entré en nuestra vivienda manteniendo todavía desmesuradamente abiertos los ojos y la boca. Sentada en nuestro destartalado sofá encontré a madre leyendo una revista atrasada de esas que llaman del corazón.
Todo escandalizado, le comuniqué lo que acababa de presenciar:
—Mamá, el loco de Alejando está en el portal dándose el pico con la hija del alcalde. En la cárcel va a dar con sus huesos ese descerebrado.
En contra de lo esperado por mí, madre no solo reaccionó con mucha calma, sino que además me reconvino diciendo:
—No digas ni media palabra en contra de tu hermano, que él sabe muy bien lo que se hace. Y recuerda lo que te digo siempre: En boca cerrada no entran moscas y, quién  a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija.
A mdre tuve que darle la razón con respecto a que mi hermano Alejandro sabía muy bien lo que se hacía, pues semanas más tarde madre ensalzaba, para dar envidia a las vecinas, lo hermoso y elegante que estaba su hijo Alejandro con el traje nuevo de municipal del ayuntamiento y su gorra de plato por debajo de la que asomaban sus bellos rizos negros.
Ese día me di cuenta de lo poco que yo sabía sobre el funcionamiento del mundo de los adultos, especialmente cuando me enteré de que Elvirita, la hija de nuestro primer edil, estaba prometida a un abogado de la capital y, sin embargo, continuaba reuniéndose con mi hermano Alejandro en el oscuro portal de nuestra casa. Elvirita y su abogado se casaron, y ella le dijo a mi hermano Alejandro que había decidido serle fiel al marido. Mi hermano, resignado, le puso una bombilla a la lámpara del portal. Pasado un mes, mi hermano Alejandro volvió a quitarla. Elvirita se había cansado de serle fiel a su aburrido cónyuge.