ALINE, UNA MUJER QUE SE SENTÍA SUCIA (RELATITO)
Aline era, en ese tiempo, una de las modelos más cotizadas de Francia. Todas las tardes posaba desnuda, en dos talleres de pintura diferentes. Los asistentes a esas clases de pintura podían contemplarla detenidamente e imaginar todo aquello que podrían hacerle a su extraordinaria hermosura corporal. Ella nunca miraba a ninguno de ellos, y procuraba ignorar las desagradables sensaciones que como una contaminación impúdica la envolvían.
Aline, lo primero que hacía al llegar a su casa era meterse en la ducha y durante un buen rato lavar con fuerza y rabia su escultural cuerpo. Lo sentía sucio por las muchas, miradas puercas que durante dos horas había recibido su perfecta figura femenina.
Tanto era así que cuando Antoine, su novio, venía a visitarla, lo forzaba a que tuvieran su relación íntima, permaneciendo ella vestida todo el tiempo.
—Pueden verte desnuda otros, y yo, que soy quien más te ama, tengo que verte siempre vestida —él se quejaba a este respecto.
—Es que, si viese yo la más mínima suciedad en tus ojos al mirarme, jamás volvería a acostarme contigo —le advertía ella.
—¿Y esto va a ser siempre así? —enojándose él.
—Será así mientras tú no encuentres una buena colocación y cambiemos nuestra situación pasando, de mantenerte yo, a mantenerme tú a mí.
Finalmente ella echó a Antoine de su lado y, enamorándose locamente de uno de los pintores que la pintaban con mayor pasión y ternura, se fue a vivir con él. Este pintor se hizo famoso. Se llamaba Renoir.