A MI MADRE, EL DÍA DE HOY Y SIEMPRE

A MI MADRE, EL DÍA DE HOY Y SIEMPRE

A MI MADRE, EL DÍA DE HOY Y SIEMPRE

(Copyright Andrés Fornells)
La luz que emanaba de ti era tan limpia como la claridad del alba.
La primera maravilla que, al nacer contemplaron mis ojos fuiste tú.
Tuya fue la primera voz humana que escucharon mis oídos.
Para mí tu voz era mágica, música embriagante para mi corazón.
Me tranquilizaba, me enternecía, me alegraba, me llenaba de dicha escucharte. Me maravillabas muy por encima de todas las asombrosas novedades que todos mis sentidos iban descubriendo a mi alrededor.
Con tus amorosos cuidados y tu protección fueron creciendo mi cuerpo y mi mente. Aguantabas risueña la catarata incesante de mis preguntas, saciabas mi imparable curiosidad respondiéndome con admirable paciencia, poniendo todo tu esfuerzo y tus conocimientos a mi servicio.
Al principio te amaba porque dependía de ti, me eras imprescindible.
A continuación te amé por tu extraordinaria dulzura, bondad y grandeza.
Después, ya más crecida mi consciencia, te quise por ser tan valiente, sacrificada, honesta y hermosa.
No solo me trajiste al mundo, madre, sino que me ayudaste durante toda tu vida a que yo prosperara y fuese feliz.
Hoy te dedico unas pocas palabras de agradecimiento, a cuenta de los millones de ellas que te debo, y que jamás seré capaz de ofrecerte,dejando para más adelante un libro sobre ti en el que tampoco cabrá la inmensa cantidad de prodigios y bondades que para mí tuviste, madre. ¡Madre! Una palabra muy corta para nombrar a un ser tan grande como el mismo universo.