UNO DE ESOS AMORES INMORTALES (RELATO)

UNO DE ESOS AMORES INMORTALES (RELATO)

Apolo Buendía en cuanto posó sus negros ojos en Belleza quedó, de inmediato, absolutamente fascinado. Belleza no era una mujer especialmente hermosa, pero poseía algo en buena medida muy superior, ¡poseía magia!

—Hola —saludó Apolo, y añadió embelesado por completo—: Si tú me lo permites, te adoraré hasta el último día de mi vida.

Belleza le sonrió complacida y le propuso, seductora:

—Dame tus manos, quiero sentirlas en las mías.

Sin dudarlo un segundo, él se las entregó. Y nada más entrar en contacto sus manos con las manos de ella, él experimentó una sensación tan placentera que exclamó, gozoso:

—Quiero sentir mi vida entera esto tan delicioso, tan irrenunciable que estoy sintiendo en este momento.

—Lo sentirás —le aseguró ella—, porque nuestros destinos acaban de quedar unidos.

Apolo se fijó en los rojos, tentadores labios de Belleza y le suplicó:

—¿Me permites besarte?

—¿Por qué quieres besarme? —encantadoramente coqueta ella.

—Porque tu boca es la única fuente que podría calmar la torturadora sed que padezco desde el instante mismo de verla —anhelante él.

—Si me besas, aun en el caso de no quererlo tú, me habrás entregado tu alma —le advirtió ella sonriéndole hechiceramente.

—Deseo y quiero entregarte mi alma. Déjame besarte — imploró él, sin mostrar la menor duda.

—Bésame pues —concedió ella cerrando sus ojos azules adornados con tupidas y curvas pestañas y entreabriendo, a la vez, sus temblosos, ávidos labios.

Apolo suspiró. La pasión le incendiaba el aliento. Enloquecía su corazón. Despacio, como si se dispusiera a realizar la más sagrada de las acciones, acercó su rostro al subyugante rostro de Belleza, unió sus labios a los labios de ella, y los encontró tan suaves, tan dulces, tan adictivos que supo no podría seguir viviendo sin gozarlos a cada momento.

Y Apolo y Belleza, la mujer que la había hechizado con su magia, permanecieron juntos compartiendo un amor pleno que ambos sabían era inmortal.

Y fue inmortal porque cuando Apolo exhaló su último suspiro, él continuó vivo en el amoroso, inmortal recuerdo de Belleza.

(Copyright Andrés Fornells)

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