UNA PIJA EN LOS SANFERMINES (MICRORRELATO)
Desde dos ciudades separadas por varios miles de kilómetros, dos jóvenes pertenecientes a familias acomodadas conversan empleando sus teléfonos móviles.
—Truchi, en ese selfi que me has enviado estás monísima toda de blanco y con ese pañuelito rojo alrededor del cuello.
—Sí, ¡guau! Esos dos colores me han favorecido siempre, ¡guau! ¡Súper!
—¿Y en el encierro de esta mañana has corrido, dices? ¡No me digas que lo has hecho!
—¡Guau, Cuqui! Más que corrido, he volado. ¡Súper, chica, súper! ¡Y eso que yo iba con tacones de a metro. Se me rompió uno y tuve que continuar la carrera con los zapatos en la mano, descalza, con la falta subida y enseñando mi exigua Cristina Dior. ¡Qué pasada!
—¡Guau! , Grandes los toros, ¿no?
—¡Guau! Grandes como el yate de mi papá. ¡Súper!
—¿Has sentido miedo al correr delante de los toros, Pinky?
—¡Guau!, me he hecho pis. ¡Súper, oye, súper! Y con esos cuernos… ¡Dos tenía cada uno de los toros! ¡Increíble, guau! ¡Enormes! Uno de esos enormes bichos se ha parado delante de mí, a mirarme… ¡Guau! Carne de gallina… Le he sacado la lengua y ha salido corriendo detrás de otros corredores, ¡guau! Bueno, ha sido superdivertido, oye. ¡Para escoñarse! ¡Guau! ¡Para no perdérselo!
—¿Vas a correr en el encierro de mañana?
—¡Guau!, dependerá de si abren o no las tiendas…
—¿Quieres comprarte algún modelito nuevo?
—No, ¡guau!, Quiero comprarme más Cristina Dior. Entre las copas de anoche y el encierro de esta mañana las he ensuciado todas… ¡Súper! ¡Guau! Bueno…
—¡Qué envidia me das, chica!
—No haberte ido a América con el vocalista de los Trupis Boys, solo porque te ha demostrado que posee una lengua antológica.
—¿Te cuento lo que me hace con ella? ¡Es prodigioso! ¡Guau!
La amiga se lo cuenta. Se desencuadernan de la risa que les da a las dos. Son felices. Mucha gente desaprobará que lo sean, por eso tan manido de las diferencias sociales, pero a su manera, lo son. La felicidad es como el sol, caliente a cualquiera que se exponga a sus rayos sin diferenciarlos por su situación económica.
Lo bueno y lo malo de las grandes fiestas es que puede acudir a ellas todo el mundo. No se ejerce el derecho de admisión, como ocurre con discotecas selectas, restaurante, boutiques lujosas, y última morada en exclusivos mausoleos familiares.
Truchí escandalizó a toda su familia liándose durante aquellas fiestas con un banderillero. Fue un escándalo de larga duración porque el banderillero la zurraba casi todos los días y a ella, crecida entre lujos, sirvientes y empalagosos mimos, le gustaba el maltrato.
(Copyright Andrés Fornells)