UNA CUERDA POR RECOMPENSA (MICRORRELATO)

Hubo una vez en un pueblo de Texas un hombre inmensamente rico y un hombre inmensamente pobre, a los que el azar, cierta mañana puso en contacto. El hombre acaudalado había reunido su inmensa fortuna explotando y engañando a todo el que había podido. El hombre pobre no tenía un céntimo porque era tan honrado que veía un grano de trigo en mitad de la calle e iba de casa en casa preguntando quién lo había perdido, para entregárselo.
Un día, el hombre pobre encontró en la calle una cartera repleta de dinero. Buscó dentro de ella la identidad de su dueño y descubrió que pertenecía al más ricachón de su pueblo. Aunque estaba tan necesitado y hambriento que el infeliz llevaba dos días sin comer, era tan honesto que se presentó en la mansión del potentado y le entregó su cartera. Aquel perverso individuo se rio del necesitado, lo llamó imbécil y le regaló una cuerda diciéndole:
—Anda ahórcate con ella. Los idiotas como tú no merecen vivir.
Aquel pueblo estaba en fiestas. Entre las muchas atracciones que habían venido había un pequeño circo. El payaso del mismo, un ratito antes de actuar salió de su carromato a fumarse un cigarrillo. Vio medio acostado sobre unas cajas de madera al hombre pobre. Este al descubrir la presencia del artista le suplicó:
—Por favor, no me eche de aquí todavía. Dentro de un momentito habré reunido las fuerzas suficientes para marcharme yo.
—Estás muy flaco. ¿Tienes hambre?
—Mucha. Llevo dos días sin comer.
—Ven conmigo. Te prepararé unos bocadillos --compadecido su interlocutor.
El payaso se sintió muy bien observando como disfrutaba el vagabundo con la comida que él le había dado. Cuando el individuo muy pobre terminó de beberse el vaso de agua que también le procuró el hombre que se había compadecido de él, curioso señalo la cuerda que llevaba el marginado atada alrededor de su cuerpo y quiso saber si la llevaba porque estaba tan desesperado que planeaba ahorcarse.
—No pienso en eso. Aunque es muy miserable mi vida, es lo único de algún valor que poseo y pretendo conservarla mientras pueda. ¿Usted ha tenido alguna vez malos pensamientos?
Sonrió el payaso desconcertado por la pregunta. La respondió con franqueza:
—Algunas veces he deseado hacerle pagar caro a quienes me ha herido con sus crueldades.
—¿Y se lo ha hecho pagar caro?
—Bueno, unas veces sí, y otras no. Mira, si no quieres dormir esta noche en la calle, puedes hacerlo en una colchoneta dentro de mi carromato.
—Muchas gracias, señor.
—Solo podrá ser esta noche, pues mañana el circo y yo nos marcharemos para actuar en otro pueblo.
—Más vale una noche que ninguna. Muchas gracias de nuevo.
—Bien. Tengo que irme. Debo actuar dentro de unos pocos minutos.
El día siguiente se armó un gran alboroto en el pueblo: habían encontrado al hombre más rico de aquel lugar ahorcado en uno de los bellos árboles de su espacioso y bien cuidado jardín.
El payaso despertó al hombre pobre que había dejado dormir dentro de su carromato sobre una colchoneta. Se dio cuenta de que su favorecido no llevaba más la cuerda alrededor de su cintura. Le entregó un poco de dinero y le dijo:
—Tome. Para el camino, Dios perdona, a quienes se lo piden de corazón.
--Gracias. Pensaba hacerlo.
(Copyright Andrés Fornells)