UN VAGABUNDO MUY ORIGINAL (RELATO)

UN VAGABUNDO MUY ORIGINAL (RELATO)

UN VAGABUNDO MUY ORIGINAL

(Copyright Andrés Fornells)

Tato era un tipo tan falto de caudales como sobrado de buen humor. Un día, con la intención de vivir un momento divertido llegó a la puerta de la mansión de un hombre muy rico y llamó.

Transcurridos unos segundos la puerta se abrió y un sirviente con librea, largas patilla y postura muy estirada, tapándose la nariz porque el olor que desprendía el visitante ofendía su desentrenado olfato, preguntó con total falta de amabilidad:

—¿Qué quiere?

—Quiero hablar con el hombre que te paga.

—Él no habla con pordioseros.

Con desconcertante dignidad respondió el hombre que iba vestido como un mendigo:

—No soy un mendigo, aunque me he disfrazado como uno de ellos. Soy un potentado. Dile a tu amo, que he venido a hablarle de un negocio muy importante.

Resultó tan convincente, que el mayordomo lo tomó en serio

—No se mueva de aquí —le ordenó contundente, severo.

—No me moveré de aquí —dijo el pobre.

Transcurrieron cinco minutos, y el criado apareció acompañado de su amo, que al recibir el tufo que desprendía el harapiento dijo tapándose también la nariz:

—¿Qué quieres de mí, desdichado?

—Invertir en uno de sus negocios. Abra su mano derecha.

Desorientado el millonario le mostró la palma de su mano. Entonces el sintecho le colocó encima una moneda de euro y le dijo:

—Perfecto. Inviértalo en algo que le procure pingues ganancias. No tiene que darme parte de esos beneficios. Toda la ganancia quedará para usted.

Y dicho lo anterior se alejó soltando una estentórea carcajada. El potentado guardó la moneda convencido de que le traería buena suerte. Y en efecto fue así, pues a partir del aquel día, sus negocios fueron cada vez más prósperos.

Agradecido, contrató a un detective para que buscase al marginado, pues deseaba recompensarle. El investigador privado no fue capaz de dar con él.

Jamás se le ocurrió buscar debajo de los puentes ni alrededor de los contenedores de basura.

Un día el marginado vio de lejos al ricachón subido en un lujoso vehículo y se rio con todas sus ganas.

—Pobre hombre, que poco se imagina él que todas sus riquezas, al final le servirán para terminar en el infierno.

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