UN TIPO OPTIMISTA, Y MÁS COSAS (RELATO)

UN TIPO OPTIMISTA, Y MÁS COSAS (RELATO)

UN TIPO OPTIMISTA, Y MÁS COSAS

(Copyright Andrés Fornells)



Un hombre llegó con un coche robado y, al encontrar aparcamiento justo delante del edificio que quería visitar, pensó con el optimismo que le caracterizaba. “Es mi día de buena suerte”. Y sacando el revólver que llevaba en el bolsillo de su vieja y puerca gabardina se dirigió a la puerta principal del banco. Entró en él y poniendo cara de malo, algo que le costaba muchísimo esfuerzo por ser puro fingimiento, ordenó empleando también voz de mala persona:

—¡Todo el mundo al suelo, poniendo cuidado de no hacerse daño! ¡No quiero que nadie salga perjudicado! ¡Y tú, capitalista, el de la caja, ya me estás dando todo el dinero que guardáis, si no quieres que le haga a tu bonito traje media docena de agujeros que de buen seguro lo afearán! —esta advertencia fue para el cajero que, por falta de experiencia, pues era el primer atraco que sufría, se mostraba exageradamente asustado.

De pronto el atracador sintió en lo alto de la cabeza un golpe tan fuerte que, antes de perder el conocimiento creyó que se le había caído encima el globo terráqueo entero.

Dos horas más tarde recobraba todos sus sentidos, descubriendo lo habían encerrado en un calabozo. Lo primero que hizo fue tocarse la cabeza. Comprobó que no la tenía rota, que lo único nuevo en lo alto de ella era un chichón del tamaño de un huevo de avestruz y murmuró optimista:

—No puedo quejarme podía haber sido muchísimo peor. Los que tienen la obligación de hacer cumplir las leyes me condenarán a varios meses de cárcel. Bueno, “no hay mal que por bien no venga, como decía mi santa madre que hizo, la pobre, lo imposible por inculcarme honradez y amor al trabajo, y fracaso estruendosamente en ambas cosas. Bueno, ahora que vamos de cara al invierno, mejor estaré preso disfrutando de calefacción gratis, comida gratis, médico gratis, televisión gratis y la compañía de gente menos honrada todavía que yo; que no estando libre y pasando mucho frío de noche en portales y bancos del parque expuesto a que algún asesino loco se le ocurriera degollarme para quedarse con mis zapatos casi nuevos.

Al atracador optimista lo soltaron en primavera y lo primero que hizo al salir a la calle fue acercarse a un jardín público arrancar una rosa roja y entregársela a una joven que pasaba por su lado. Ella se detuvo sonriente, le dio las gracias y le dijo demostrando que era tan optimista como él:

—Seamos como los pájaros que nos rodean y se persiguen entre las ramas, hagamos un nido de amor.

Él la cogió de la mano y los dos echaron a andar piando alegremente.

Una anciana que había presenciado lo acontecido entre ambos le dijo a su nietecita que saboreaba un helado:

—La primavera logra milagros, nena. Recuérdalo siempre.

Y su nietecita lo recordó cuando llegada a la edad de los amores un apuesto joven le regaló una rosa roja.

Alrededor de ambos los pájaros piaban y se perseguían entre las ramas de un árbol benevolente.