UN PUEBLO EN FIESTAS Y UN DOLOR INCURABLE (RELATO)
UN PUEBLO EN FIESTAS Y UN DOLOR INCURABLE
(Copyright Andrés Fornells)
Está en fiestas un pueblo pequeño arrimado a la falda de una montaña. En la explanada de todos los años, montones de casetas, un tiovivo, una montaña rusa, una pista de autochoques y las carpas de un circo. En la entrada de este circo un cartel anuncia a trapecistas, saltimbanquis, equilibristas, amazonas a caballo, payasos.
Delante de ese cartel un niño llora. Un año atrás, él y su padre estuvieron en ese mismo circo asombrados, maravillados, felices. A la salida, su padre le compró pan de azúcar y almendras garrapiñadas. Le gastó bromas y los dos se rieron con todas sus ganas.
De pronto, un faquir tragasables descubrió al pequeño afligido y compadecido de él se acercó y le dijo:
—Si dejas de llorar te doy un caramelo.
—Si me devuelve a mi padre dejo de llorar —respondió el niño entre hipidos.
El faquir bajó la cabeza entristecido, le dio el caramelo y dijo:
—Tendrás que pedirle eso a un mago. Yo no lo puedo conseguir.
El artista de circo se alejó con humedad en los ojos. Él había tenido, muchos años atrás, el mismo dolor que aquel pequeño huérfano. Nunca sabría este bondadoso artista el gran bien que acaba de hacer al chiquillo dejado atrás, pues éste se quedó murmurando:
—Ese hombre puede que fuese mi padre que nunca le gustó verme llorar.
Secó sus lágrimas con la manga de su desgastado jersey y le llevó el caramelo a su madre a la que, dándoselo, le pidió que no llorase que ni a su padre ni a él les gustaba verla llorar.