UN PADRE LE DIO A SU HIJO UNA HUMILDE LECCIÓN DE AMOR (MICRORRELATO)

UN PADRE LE DIO A SU HIJO UNA HUMILDE LECCIÓN DE AMOR (MICRORRELATO)

Justo Pérez era un escritor muy modesto. No le sacaba a su arte ningún beneficio material. Escribía porque le apasionaba, porque le servía de alimento a su alma sensible y ensoñadora. Escribía durante el poco tiempo que le dejaban libre los dos empleos que tenía. A sus familiares y amigos les encantaba su modo de escribir, la originalidad de sus historias, la ternura que encerraban, y sobre todo su notable humildad.
No le favorecía la suerte en su vocación literaria. Los premios a los que concurría, recompensados con cierta cantidad de dinero, nunca ganaba ninguno. Había gente que decía que estos premios estaban amañados y tenían escogido ya al ganador en el momento mismo de haberlos convocado.
Él lo creía posible, pero no dejaba que el desánimo lo abatiese. Las grandes editoriales no se leían los manuscritos que él les enviaba ni tampoco se los devolvían. Los pocos de ellos que eran amables le escribían un par de líneas rechazando sus obras porque tenían ya seleccionadas las novelas que podrían publicar en los próximos dos años. Esas editoriales contaban con un buen número de escritores suyos favoritos y nada querían saber de otros autores desconocidos del público que, precisamente por serlo, no resultarían comerciales y no les procurarían pingües ganancias, por lo menos a corto plazo, que era el plazo que a ellos les interesaba.
Apreciando que todo esto le producía sufrimiento, sus hijos padecían por él y nunca le escatimaban su admiración y la convicción de que poseía un gran talento y conocimiento sobre el alma humana y sobre los sentimientos que genera.
En cierta ocasión, uno de los hijos de este modesto escritor le preguntó sobre algo que, por su cercana adolescencia, le interesaba mucho:
—Papá, ¿qué personas de las que has conocido a lo largo de tu vida te han dado mayores lecciones sobre el amor?
Este padre, de clara visión y gran sentido de la justicia, acarició cariñosamente la cabeza del hijo que lo estaba mirando con enorme avidez, esperando de su parte una respuesta genial. Y él se la dio:
—Hoy, por ser día festivo, en la cocina están tu madre y tu abuela, pregúntales a ellas, pues, sobre este tema saben infinitamente más que yo. Nos lo demuestran a todos nosotros, a tus hermanos y a mí, todos los días y a todas horas.

(Copyright Andrés Fornells)