UN NIÑO Y UN ANCIANO (MICRORRELATO)

viejo en banco

 

 

 

 

 

 

 

Domingo soleada por la mañana. Céntrico parque de la ciudad. Mucha gente disfrutando la agradable temperatura primaveral del día. Dos mujeres jóvenes de detienen a charlar.
Una de ellas lleva un niño de corta edad cogido de la mano. La animada conversación que ellas mantienen aburre al pequeño. Gira la cabeza y en un banco cercano ve a un viejo sentado. El viejo tiene un periódico entre sus manos. No lo lee. Permanece ensimismado. El niño se suelta de la mano de su madre y toma asiento al lado del anciano. Queda a la espera de que éste le diga algo. No lo hace. Entonces le habla él:
—Hola, ¿es usted feliz, señor?
—No —responde con seguridad su añoso compañero de asiento.
—Yo tampoco. Mi mamá no ha querido comprarme un helado.
—Es una pena —socarrón el anciano.
—Mi papá dice que a todos los viejos deberían matarlos porque tener que mantenerlos está arruinando nuestra economía.
Al anciano un golpe de ira le revuelve las tripas. Se recomienda calma. No convienen a su cansado corazón sobresaltos ni disgustos.
—¿Qué le harás tú a tu padre cuando sea viejo y arruine tu economía?
El niño queda pensativo un instante y luego resuelve con decisión:
—Matarlo.
Su madre reclama al chiquillo se reúna con ella. Él obedece. El anciano los ve marchar a ambos cogidos de la mano. El niño da saltos que le divierten y contrarían a su madre que lo reprende. El anciano sentado en el banco observa al pequeño que se aleja, una sonrisa justiciera entreabriendo sus resecos labios mientras piensa: “Quién a hierro mata, a hierro muere”.

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