PAREJA DE HIPÓCRITAS (Microrrelato)

Joaquín y Macarena eran jóvenes, alegres y divertidos. Llevaban tres años de noviazgo y se habían ya cansado el uno del otro. Como diría un poeta antiguo: la chispa del amor que un día surgió impetuosa, arrolladora entre ambos se había ido apagando paulatinamente hasta quedar extinta del todo.
Fue ella la más decidida de los dos, pues, finalmente, cierta tarde en que se hallaban ambos en la terraza de un céntrico bar tomando café decidió afrontar la realidad que estaba viviendo su relación:
—Joaquín, vamos a dejar de vernos. Es una idiotez seguir con lo nuestro. Yo he dejado de quererte. Es más, me aburro soberanamente cuando estoy contigo.
El compuso una falsa expresión de sufrimiento.
—Bueno, Macarena, si eso es lo que tú quieres, yo me resignaré. Siempre ha sido mi gran deseo que tú seas feliz, sin que importe la felicidad mía.
—Y el gran deseo mío que tú no sufras ni me eches de menos.
—Aunque será durísimo para mí, aprenderé a ser fuerte, aprenderé a vivir sin ti. A sufrir tu ausencia.
Joaquín logró conmover a Macarena.
—Lo siento. Lo siento muchísimo. Lo último que yo quería es hacerte daño. Ánimo, el paso del tiempo cura todas las heridas.
—Seguramente es así. No te preocupes. Estaré bien. Ya nadie muere de amor.
Prueba de que habían terminado fue que pagaron los cafés a medias. Hasta entonces siempre los había pagado él.
—Lo nuestro fue muy bonito mientras duró. Adiós, Joaquín.
—Adiós, Macarena. No te olvidaré nunca.
—Tampoco yo a ti.
Salieron a la calle y tomaron rumbos distintos. Aquella noche Joaquín celebró con sus amigos el haberse librado de Macarena cogiendo una borrachera salvaje. Aquella noche Macarena se reunió con sus amigas y bebió tan desmedidamente que tuvieron que llevarla a su casa, totalmente ebria.
Los dos examantes demostraron, con su conducta, que ciertas roturas amorosas se celebran exageradamente.
