UN GOURMET BASTANTE ESPECIAL (MICRORRELATO)

UN GOURMET BASTANTE ESPECIAL (MICRORRELATO)

Reconozco haber tenido siempre algunos amigos raros, especiales,  y sigo conservando todavía varios de ellos. Tuve un amigo varios años atrás, que presumía de no darle asco nada y encontrar placer comiendo cosas que, a otros, les causaban náuseas, repugnancia. Y me lo demostraba comiéndose, ante mis horrorizados ojos, toda clase de bichos e informándome al tiempo que los engullía,  mostrando una expresión de deleite, el sabor que le encontraba a cada uno de ellos.

–Amigo mío esta avispa sabe a piñones, este gusano a beicon frito, esta cucaracha a gamba a la plancha y ahora, para postre, este escarabajo que sabe a manzana.

Pero quiso el destino que ese amigo que estoy mencionando, cuyo nombre me ahorraré decir, no fuera cosa que por una no deseada casualidad alguien pudiera identificarlo, se enamorase de una señorita muy delicada, limpia y tiquismiquis, y a él se le terminó el gozar de sabores exóticos como los llamaba él, pues ella le vio comer una mosca caída en su plato de sopa y estuvo enferma de asco durante una semana entera, aunque mi amigo mintió jurándole que se la había comido sin darse cuenta.

–Por el amor de una mujer, un hombre renuncia a todos los placeres de este mundo, menos al ordinario placer de amarla a ella –me justificó él su radical cambio de gusto alimenticio.

Su madre, un día que me la encontré en la calle me dijo con manifiesta amargura:

—Ese asqueroso vicio alimenticio del que a mi hijo no fui yo capaz con miles de ruegos, durante años, vino esa melindrosa mosquita muerta y lo consiguió en un solo día.

—Consuélese, señora María. ¿Sabe que solía decir mi sabio abuelo Alfonso en casos como el de su hijo?

—¿Qué decía tu sabio abuelo Alfonso? —curiosa ella.

—Pues mi abuelo decía: tiene más fuerza el pelo de un chocho, que la maroma de un barco.

—Tú abuelo y tú sois unos desvergonzados —juzgó ella manchándose muerta de risa.

—Eso ocurre en las mejores familias, señora María, que todos los genes malos se heredan —riendo también, y echando a andar en dirección contraria a la que llevaba ella.

(Copyright Andrés Fornells)