UN CORAZÓN TONTO (MICORRELATO)


UN CORAZÓN TONTO
Aunque yo lo regañaba muy severamente, él no me hacía el menor caso. Y cada vez que mis ojos veían a Enriqueta por la calle, con ese devastador movimiento de sus voluptuosas caderas, mi corazón escapaba tras ella dando espectaculares saltos de contento, y luego yo tenía que recogerlo sucísimo por toda la porquería que se le pegaba del suelo.
Al final no me quedó más remedio que casarme con Enriqueta, sin ceremonia de cura ni invitados gorrones, para que a mi corazón no tuviera yo que meterlo todos los días en la lavadora, y con este apaño de relación amorosa, con revolcón lujurioso todas las noches, ahorrar un buen dinero en detergentes. Y es que mi tonto corazón sabe bastante sobre sentimientos, pero nada absolutamente sobre economizar. Ahora Enriqueta y yo juntamos en la lavadora nuestras ropitas, y en la cama nuestros apasionados y agradecidos cuerpos mientras nuestros corazones cantan juntos la misma canción de amor. ¡Qué bonito es lo bonito!