UN AÑORADO PRIMER AMOR (Microrrelato)
Todo el mundo posee una cierta capacidad de paciencia. Pedro Perales tenía la convicción de que la paciencia suya, que siempre consideró muy elevada, estaba alcanzando su límite más bajo y esto iba a tener consecuencias extremas para su esposa, Aurora Morales, y para él.
Aurora Morales era una mujer insatisfecha que renegaba siempre de casi todo, y muy especialmente de su suerte. Creía merecer un marido infinitamente mejor que el suyo: un viajante de productos químicos que realizando con su viejo coche varios miles de kilómetros a la semana conseguía con notable esfuerzo traer a casa la ganancia suficiente para que ambos llevaran una existencia digna, sin lujos pero tampoco estrecheces.
Aurora Morales sufría continuos ataques de malhumor en los cuales, culpaba a su marido de no ser feliz por la modesta vida que con él llevaba y lo poco atractivo que físicamente ella consideraba era él.
Aurora repetía a Pedro, hasta la saciedad, que ella había tenido, antes de conocerlo a él, un novio hermoso como un dios griego, que la amaba con locura y se lo demostraba con sus continuas palabras de adoración, los regalos caros que le hacía y el extraordinario amante que era.
—Pues haberte casado con él —le replicaba, amargado, Pedro.
—Nos habríamos casado si su familia, que era muy rica, no le hubiera amenazado con desheredarle, si contraía matrimonio conmigo, una modesta empleada de boutique.
—Pues yo te digo que, si ese gran amante tuyo, ese adonis, te hubiera querido de veras habría enviado a la mierda a su familia y se habría quedado contigo.
—No entiendes nada; eres un estúpido ignorante —se enfurecía ella mostrándole evidente desprecio.
Después de una de estas agrias y desagradables discusiones, Pedro decidió contratar los servicios de un detective privado para que localizara al hombre que había sido el gran amor de su mujer, entregarle a ella la información obtenida y ofrecerle la posibilidad de poder reunirse con él, y decirle entonces: “Ya no tienes que permanecer más tiempo siendo desdichada conmigo. En tal sitio lo tienes ahora. Márchate con él y que seáis muy felices los dos”.
Tres días más tarde el detective contratado por Pedro le entregó una serie de fotografías del antiguo, tan añorado y tan ensalzado amante de su mujer. Pedro esperó a que terminaran de cenar, para colocar delante de su esposa las fotos obtenidas.
—Aquí tienes a tu maravilloso amante. Un tipo barrigón, borracho y calvo, que vive con una furcia que, acostándose con varios tíos todos los días, le da para comer y para beber. Vete con él cuando quieras. Yo no te detendré.
Aurora examinó las fotos, una tras otra, y rompió a llorar amargamente. Pedro se apiadó de ella. Él se había casado con Aurora porque la amaba. La ayudó a levantarse de la silla, permitió que abrazada a él llorara sobre su pecho y, cuando sus sollozos perdieron su mayor intensidad la dijo compasivo:
—Está bien, quédate conmigo si así lo prefieres, pero no vuelvas a mencionarme nunca más a ese desgraciado que, como persona, aunque tú te empeñes en lo contrario, es una porquería comparado conmigo.
MORALEJA: Esta historia demuestra que el paso del tiempo les distorsiona los recuerdos a los eternamente descontentos, hasta el punto de que consideren maravilloso aquello que nunca lo fue.