TRIBULACIONES (MICRORRELATO)
Muy preocupada una madre por la palidez que desde hace unos pocos días viene observando en el joven rostro de su hija le pregunta.
—A ti te pasa algo, mi niña. Díselo a tu madre. Sea lo que sea, cuenta conmigo como has contado siempre
—No me pasa nada, mama. Suposiciones tuyas –rehuyéndole la mirada.
—Estoy segura de que te pasa algo. Llevas tres días sin comer apenas y tienes a menudo los ojos enrojecidos por haber llorado.
La muchacha baja la cabeza. Las lagrimas comienzan a engordar sus párpados y de repente escapa corriendo del salón, llega a su cuarto, cierra la puerta con llave y, sollozante, de tira de bruces sobre la cama. Su madre, angustiada, sintiendo se forman negros presagios en su mente permanece en su asiento. Unos pocos minutos más tarde llega su hijo a casa y su atormentada madre lo primero que hace es preguntarle exigente:
—Tu hermana y tú os lo habéis contado siempre todo. Dime que le ocurre que está y tan extraña y consternada.
—No lo sé, mamaá—el muchacho tratando de escurrir el bulto.
Conociendo la falta de malicia suya, su madre lo ataca con firmeza:
—Sí lo sabes y me lo vas a contar ahora mismo si no qui8eres que me enfade muy seriamente contigo –lo presiona la mujer–. ¿Qué le ocurre a Leticia?
—Supongo que está triste porque ha roto con el chico que salía.
—Gracias por decírmelo, hijo.
Cuando por fin, pasado un buen rato, Leticia sale del cuarto suyo, su madre la toma por los hombros y mirándola fijamente le pide cariñosamente:
—¿Estás así de decaída porque has roto con el chico que salías? ¡Quiero saberlo! ¡Dímelo!
Su hija rompe a llorar de nuevo y entre sollozos logra balbucir:
—Él no me importa. Nada me importa ya, mamá. ¡Quiero morirme!
A su madre le da un vuelco el corazón. Acaba de descubrir lo que le ocurre a su hija.
—Te ha dejado embarazada ese cerdo, ¿no es cierto?
La muchacha se arroja en los brazos maternos buscando su amparo. Y lo encuentra.
—Tranquila hija mía. Papá y yo, en lo que tú decidas te ayudaremos igual como te hemos ayudado siempre en todo.
La madre guarda para ella su gran disgusto. Es mujer y también ella fue, una vez, engañada en su inocencia.