TORCUATO GAMBA CONOCIO A UNA EXTRATERRESTRE (MICRORRELATO)

Torcuato Gamba era un joven atlético, dueño de uno de esos rostros humanos que no seducen por su atractivo, pero tampoco repelen. Desde muy niño había experimentado poderosas inclinaciones a ser original. Y a menudo, para demostrarlo, cuando se cansaba de andar como andaban sus congéneres, doblaba el tronco hacia adelante, colocaba sus manos en el suelo, elevaba las piernas y andaba al revés de todo el mundo, o sea cabeza abajo.
Cierta mañana, iba Torcuato andando al revés de todo el mundo, o sea con las manos en vez de con los pies, cuando una joven notablemente hermosa se detuvo a su lado y le dijo:
—Llevo mucho tiempo, siglos puedo decir, buscando a un hombre diferente a los demás y acabo de encontrarlo en ti. Por favor, regresa a la normalidad.
Rendido de inmediato a los encantos de ella, que podía apreciar muy bien mirando desde abajo hacia arriba, Torcuato regresó a la verticalidad normal. Entonces le facilitó su nombre a la desconocida y ella le facilitó el suyo:
—Llámame Eva. ¿Qué te parece si vamos a algún sitio donde podamos hablar y conocernos mejor?
—Perfecto, princesa —animadísimo él.
Solo tuvieron que andar un par de minutos para encontrar una cafetería. Ocuparon una mesa en su terraza y quedaron frente a frente. Pidieron dos cafés con leche al camarero y, en cuanto éste se alejó, durante algunos segundos los dos se observaron con evidente agrado.
—¿De dónde eres? —se interesó ella acompañándose de una sonrisa fascinadora.
—Yo soy de Cocolandia, ¿y tú?
—Para que te sea más fácil ubicarme, te diré que vengo del espacio sideral.
—O sea que eres una extraterrestre —Torcuato siguiéndole lo que él consideraba una broma por parte de ella.
—Eso mismo.
—¿Y para que has venido al planeta tierra?
—Verás, en mi planeta no queda ningún hombre libre, todos tienen su pareja, así que decidí venir al planeta Tierra en busca de un hombre para mí.
—Pues con lo guapa que eres tardarás poco en encontrarlo —excitado él por el modo tan sensual con que ella se pasaba la lengua por los pulposos labios.
—Cierto. Ya lo tengo. Mi hombre elegido eres tú.
—Me parece estupendo —halagado y decidido Torcuato, pues la joven que se decía alienígena estaba de hermosa, que mareaba.
—¿Sellamos el acuerdo con un abrazo? —propuso ella arrebatadoramente seductora.
—Perfecto —incendiado él.
Se levantaron los dos de sus sillas y se dieron un estrecho abrazo que permitió a Torcuato extasiase con el perfume, y la calidez que desprendían las notables, mórbidas curvas que adornaban el cuerpo de su inesperada acompañante.
Permanecieron unos segundos estrechamente abrazados, luego Eva se apartó de Torcuato y dirigiéndole una mirada que parecía indicar estaba rendida de amor por él, le dijo:
—Siéntate de nuevo, hombre maravilloso, cuenta hasta treinta con los ojos cerrados y después nos iremos juntos donde tú digas. ¿De acuerdo? Pero no hagas trampa, ¿eh? Cuenta despacito y sin abrir los ojos.
—Perfecto. Uno, dos… —empezando él a contar con los párpados unidos.
Torcuato abrió los ojos al llegar a la cifra veintinueve. Eva no se hallaba más al alcance de su vista. Desconcertado, animado por la esperanza de que ella se hubiese ido al servició, hizo una seña al camarero con la intención de abonar la cuenta de los cafés, par marcharse juntos en cuando ella reegresará,  encontrándose con la desagradable sorpresa de que su cartera no se hallaba más en el bolsillo interior de su chaqueta. Ella se la había quitado cuando se dieron el abrazo.
Avergonzado por lo fácilmente que se había dejado timar, Torcuato nunca contó a nadie que una extraterrestre le había robado, convencido de que se iban a desternillar de risa a su costa.

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