TORCUATO GAMBA CONOCIO A UNA EXTRATERRESTRE (MICRORRELATO)
Torcuato Gamba era un joven atlético, dueño de uno de esos rostros humanos que no seducen por su atractivo, pero tampoco repelen por su falta. Desde muy niño había experimentado poderosas inclinaciones a ser original. Y a menudo, para demostrarlo, cuando se cansaba de andar como andaban sus congéneres, doblaba el tronco hacia adelante, colocaba sus manos en el suelo, elevaba las piernas y andaba al revés de todo el mundo, o sea cabeza abajo.
Cierta mañana, iba Torcuato andando al revés que todo el mundo, o sea con las manos en vez de con los pies, cuando una joven notablemente hermosa se detuvo a su lado y le dijo:
—Llevo mucho tiempo, siglos, buscando a un hombre diferente a los demás y acabo de encontrarlo en ti. Por favor, regresa a la normalidad y habla conmigo.
Torcuato, rendido de inmediato a los encantos de ella, encantos que podía apreciar muy bien mirando desde abajo hacia arriba, regresó a la verticalidad normal. Y entonces le facilitó su nombre a la desconocida y ella le facilitó a él el suyo:
—Soy XL 357. 098. Pero puedes llamarme Eva. ¿Qué te parece si vamos a algún sitio donde podamos hablar y conocernos mejor?
—Perfecto, princesa —animadísimo él.
Solo tuvieron que andar un par de minutos para encontrar una cafetería. Ocuparon una mesa quedando frente a frente. Pidieron dos cafés con leche al camarero y, en cuanto éL se alejó, ambos, durante unos momentos se observaron con evidente agrado.
—¿De dónde eres? —Torcuato se interesó mirándola con fascinación.
—Para que no pierdas el tiempo buscando mi planeta en un telescopio terrestre que no podría localizarlo, te diré que vengo del espacio sideral.
—O sea que eres una extraterrestre —Torcuato siguiéndole lo que él consideraba una broma por parte de ella, por creer que la desconocida llevaba un disfraz muy original.
—Eso mismo.
—¿Y para que has venido al planeta tierra?
—Verás, en mi planeta no queda ningún hombre libre de mujer, y he venido a la tierra en busca de uno.
—Pues con lo guapa que eres tardarás poco en encontrarlo —excitado él con el modo tan sensual en que ella se pasaba la lengua por sus labios pintados de rojo.
—Cierto. Ya lo tengo. Mi hombre elegido eres tú.
—Me parece muy bien —halagado Torcuato, pues a la joven que se decía alienígena la encontraba él muy hermosa, sobre todo de figura.
—¿Sellamos el acuerdo con un abrazo? —propuso ella, arrebatadoramente seductora.
—Perfecto —él incendiado de repentina pasión.
Se levantaron los dos de sus sillas y se dieron un estrecho abrazo que permitió a Torcuato extasiase con el perfume, y la calidez que desprendían las notables, mórbidas curvas que adornaban el cuerpo de su inesperada acompañante.
Permanecieron unos segundos estrechamente abrazados, luego Eva se apartó de Torcuato y dirigiéndole una mirada que parecía indicar estaba rendida de amor por él, le dijo:
—Siéntate de nuevo, cuenta hasta treinta con los ojos cerrados y después no iremos juntos donde tú digas. ¿De acuerdo? Pero no hagas trampa, ¿eh? Cuenta despacito y sin abrir los ojos.
—Perfecto —empezando él a contar con los párpados unidos.
Torcuato abrió los ojos al llegar a la cifra veintinueve. Eva no se hallaba más al alcance de su vista. Desconcertado, animado por la esperanza de que ella se hubiese ido al servicio, hizo una seña al camarero con la intención de abonar la cuenta de los cafés y se encontró con la desagradable sorpresa de que su cartera no se hallaba más en el bolsillo interior de su chaqueta.
Avergonzado por el modo en que se había dejado engañar, Torcuato nunca contó a nadie que una falsa extraterrestre le había robado, convencido de que se iban a desternillar de risa a su costa.
(Copyright Andrés Fornells)