SUTILEZA (Microrrelato)
SUTILEZA
Urbanización de casitas adosadas. Dos vecinos tienen las suya, pegadas la una a la otra. Uno de los vecinos es obeso, bajito y paticorto. El otro vecino es larguirucho, igual de feo y con aspecto de estar mal alimentado y mal dormido. Lo de mal alimentado es culpa de que no gana el dinero suficiente para alimentarse mejor. El gordito gana bastante más dinero y encima es un glotón. El individuo glotón tiene un perro que se pasa la noche entera ladrando y no deja dormir a su flacucho vecino. Los ladridos a su dueño no le molestan por dos razones: porque el can es suyo y porque duerme tan profundamente que ni un cañonazo le alteraría el sueño.
Una mañana el vecino que no tiene chucho y sí tiene el sueño ligero, se presenta en la casa adosada de su vecino el del sueño profundo y chucho ladrador y le advierte:
—Si esta noche el cabrón de tu perro no me deja dormir, mañana, cuando te hayas ido al trabajo yo llevo a ese maldito animal al taxidermista. El que avisa no es traidor.
El así advertido le registra los ojos al quejoso y descubre en el fondo de ellos un brillo de asesino nato que asusta, y no tarda en decir, cagado de miedo:
—Tranquilo, que todo tiene arreglo. Haya paz entre los hombres de buena voluntad.
Y sale corriendo a una tienda a comprarle a su amado perro un collar antiladridos y se lo pone enseguida. Y a partir de ese momento, su can queda convertido en mudo artificial.
Ahora los dos vecinos toman café juntos en el bar y hasta parece que son amigos.