Alejandro y Rocío se habían casado por amor. Ambos trabajaban. Su categoría laboral era la de obreros de una gran multinacional, una de esas enormes empresas en las que quienes la hacen prosperar no conocen ni a los dirigentes principales ni a los accionistas que se enriquecen con su esfuerzo
Dos mujeres maduras, de nacionalidad británica, mientras desayunaban en el bar de un supermercado hablaban del hijo que cada una de ellas tenía en edad de casarse, formar un hogar y una familia. —Yo, para el hijo mío, quiero una chica que no sea muy guapa, para evitar que los
Marisol y Alicia estudiaron juntas la carrera de Derecho, encontrándose al terminarla con un título y ningún empleo en el que poder ejercer sus conocimientos tan ardua y costosamente adquiridos. Llevaban varios meses sin verse, la mañana de domingo en que coincidieron en una cafetería, les alegró mucho este encuentro
Tal como había acordado con ella, él se entregó a la policía delante del bloque de apartamentos donde ella tenía alquilado uno. El agente al que se había entregado lo esposo y metió, con violencia, en el asiento de atrás del coche policial. El preso no le hizo el menor