SE EQUIVOCÓ DE VÍCTIMA (RELATO NEGRO)

SE EQUIVOCÓ DE VÍCTIMA (RELATO NEGRO)

SE EQUIVOCÓ DE VÍCTIMA

(Copyright Andrés Fornells)

       —Tengo que hablar contigo urgentemente —suena muy alterada la voz de quien más trabajo le suele dar al segador de vidas.

        —Te noto disgustado.

        —Cuando te diga por qué lo estoy, también te vas a disgustar tú.

        Quedan en verse una hora más tarde en la Plaza de la Cultura, al pie del monumento que realizó un enchufado cobrando al ayuntamiento una fortuna por un bodrio consistente en un atril larguísimo (diez metros de altura) y encima de él dos bultos planos que quienes tienen muy exagerado el talento de la imaginación pueden encontrarle cierto remoto parecido con un libro abierto.

Los dos que se han citado llegan puntuales. Son personas responsables, serias, de aspecto siniestro. Buscan un banco desocupado y hablan en voz baja, porque lo que tienen que decirse así lo requiere.

        —Liquidaste al que no era —dice, de los dos, el que tiene su nariz aplastada.

        —Imposible. Soy un fisonomista extraordinario. Me basta ver una cara durante un par de segundos, para no olvidarla nunca —rechaza, de los dos, el que no tiene la nariz aplastada sino picuda.

         —Es que se trata de dos hermanos gemelos y te ventilaste al que no era.

         —¿Y cómo podía yo saber eso?

         —Debiste fijarte en la peca que el tipo que liquidaste tenía en mitad de la frente.

         —Haber avisado. Creí que era una mosca lo que tenía en la frente. Y por ciento, la utilicé como diana y le di de pleno. ¿Qué quieren ahora quiénes te hicieron el encargo?

         —Estoy seguro de que quieren matarte. Eliminaste al que te pagaban para que continuara vivo y heredase la gran fortuna de la familia. Ahora la fortuna es para el otro, para el que no querían que fuera y tú tenían que haberle quitado definitivamente la respiración.

        —Dame fotos de todos los miembros de esa familia y dame también sus domicilios —exigente el que cometió un error sin saberlo.

        —Son trece en total —incrédulo su interlocutor.

        —Un número que va a traerles muy mala suerte.

        El que le procura trabajo al asesino profesional, a cambio de un porcentaje, se lo queda mirando con horror, pero también con algo de admiración, y es este último sentimiento el que finalmente habla por su boca:

        —Joder, tío, eres un profesional como la copa de un pino.

        —Me vanaglorio de ello. Date prisa con esa información que te acabo de pedir, pues depende mi seguridad el que yo me adelante a ellos y pueda seguir pagando la alta comisión que te pago.

        —Hombre precavido vale por dos —reconoce el hombre chato.

        —Eso era antes. Hoy todo sube. Un hombre precavido vale por trece —le rectifica el tipo narigudo.

        —Eres el mejor.

        —Sin duda alguna. ¿Sabes que ha subido mucho el precio de la munición?

        —Es terrible, hasta el matar resulta cada día más caro.

        —Por eso hay tanta gente que dice que no vale la pena vivir.

        —Mañana habrá trece menos que lo podrán decir.

        —Sin la menor duda. Soy y seré siempre un hombre de palabra

        Los dos desalmados individuos se separan.

        Una paloma de la paz huye velozmente de ellos, aterrada. No es para menos.