SABIOS DE LA VIDA (Píldoras filosóficas)
SABIOS DE LA VIDA
Mi abuelo Silvino había trabajado muchísimo. A los siete años ayudaba a su padre a sacarle algún provecho al desagradecido terruño que tenían, y cuidando de un puñado de animales que eran el doble de grandes que él. Mi abuelo Silvino había estudiado muy poco, leído libros todavía menos, y sin embargo era un sabio de la vida. Expongo una de las muchas perlas que me regaló:
—Nene, cuando crezcas un poco más descubrirás que en este injusto y desigualado mundo nuestro existen personas por las que merece la pena jugarse la vida, y personas que no merecen arriesgarse a sufrir siquiera un rasguño por ellas.