PUEBLOS QUE TODAVÍA MUESTRAN GRAN RESPETO Y ESTIMA A LOS ANCIANOS (VIAJES)
Al Palacio Imperial situada en el corazón de Beijing, que fue el centro del poder de las dinastías Ming y Qing, y hogar de 24 emperadores durante un largo periodo de varios siglos, se le conocía también como La Ciudad Prohibida debido a que, en aquella época, las personas corrientes no podían entrar allí sin permisos especiales, y sólo los cortesanos conseguían obtener audiencia del emperador. Esta magnífica, majestuosa arquitectura china y los valiosísimos objetos culturales y artísticos que allí existen son visitados todos los años por millones de viajeros provenientes de todas partes del mundo.
En septiembre de hace dos años mis dos hijos y yo tuvimos el privilegio de visitar este extraordinario lugar y, maravillados todo el tiempo, realizar montones de fotografías de sus magníficos edificios (algunos conservando todavía dentro muebles y objetos bellísimos que pertenecieron a sus regios, antiguos moradores) y sus fabulosos jardines.
En una de las muchas escaleras allí existes, vivimos un pequeño suceso que jamás se borrará de nuestra memoria.
Un muchacho joven que tiraba de la silla de ruedas ocupada por un anciano pidió a mi hijo mayor, en inglés, tuviera la amabilidad de apartarse, pues se hallaba en su camino. Mi hijo entre cuyas virtudes se cuenta la sociabilidad y el conocimiento de la lengua de Shakespeare, se disculpó inmediatamente en esta lengua, le devolvió la sonrisa al muchacho chino, le ayudó con la silla a llegar a terreno llano e iniciamos una conversación con él. Por ambas partes realizamos un derroche de simpatía y curiosidad. Satisficimos la suya diciéndole del país que veníamos, y él la nuestra sobre el callado anciano cuyos ojos pequeños y rodeados de arrugas nos observaban risueños, amistosos, sabios.
—Es mi abuelo Cheng. Y yo me llamo Huang.
Quisimos saber qué edad tenía su abuelo y nos respondió que 89 años. Habíamos apreciado el cariño y el respeto que le demostraba y se lo dijimos. Él puso con gran afecto una mano sobre el hombro del anciano y confesó con temblores de ternura en la voz.
—Quiero muchísimo a mi abuelo. Trabajó muchísimo toda su vida en favor de la familia. Nosotros somos de un pequeño pueblo del interior y allí sentimos enorme respeto y estima por los ancianos, pues consideramos que cuando uno de ellos muere, se ha perdido la valiosísima experiencia que acumuló durante toda su existencia. Algo así como si se hubiese quemado parte de la biblioteca de nuestro pueblo. Por él he tenido conocimiento de costumbres antiguas desconocidas por nosotros los jóvenes. Por él he tenido conocimiento de las dificultades y los trabajos tan duros que realizó para que mis padres y nosotros sus nietos podamos vivir lo bien que vivimos ahora.
Con Huang y su anciano abuelo permanecimos un buen rato, hasta que nos vimos obligados a marcharnos al lugar donde debíamos reunirnos con nuestro guía. Mis hijos siguen en entrañable contacto con Huang, por correo electrónico. Por si alguna vez pudieran volver a verse, mis hijos le dijeron:—Hasta la vista, amigo.Y Huang les contestó:—-再见(Zàijiàn)Huang está estudiando español ahora, y quizás algún día nos lo encontremos y hablemos con él nuestra lengua. Hablar la suya, el chino mandarín, después de un primer intento de estudiarla nosotros hemos llegado a la conclusión de que aprenderla nos tomaría muchísimo más tiempo del que disponemos, por lo difícil que es, especialmente escribirla pues hay que memorizar unos 3000 caracteres y su complicado sistema fonético. Algunos apuntes del chino mandarín en este enlace de este blog mío https://andres-fornells.ghost.io/ghost/#/editor/post/659c0b0e6b06c60001522ae8
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